Lo mejor y lo peor del Nacional de Lillo

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Esto es lo mejor y lo peor del Nacional de Juan Manuel Lillo.

 

Durante el primer semestre del 2017, Nacional no fue ni la sombra del exquisito campeón América que nos emocionó. Todo lo contrario, el verde mostró síntomas de fatiga, de final de ciclo.

 

El título de Liga Águila no fue suficiente para tapar el fiasco que fue la eliminación temprana en Copa Libertadores. Ni siquiera alcanzó para jugar la Copa Sudamericana. Las lesiones de jugadores fundamentales (Macnelly Torres y Mateus Uribe), el bajo nivel de otros pilares (Franco Armani, Daniel Bocanegra y Faryd Díaz), junto a las pobres actuaciones de los refuerzos (John Edison Mosquera, Edwin Velasco) hicieron imposible consolidar una idea de juego. Además, la crisis institucional produjo la salida de Juan Carlos de la Cuesta y Reinaldo Rueda

 

Para revertir la situación llegó el controvertido Lillo. Versero para muchos, ‘Juanma’ llegó y revolcó la pizarra. Esto es lo mejor y lo peor que ha mostrado su Nacional en lo que va de la Liga.

 

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¿Lo mejor?

 Más allá de los resultados, hay que decir que Nacional, aunque sea, sabe a qué quiere jugar. Ya sea con línea de tres o línea de cuatro atrás, este Nacional busca siempre jugar con muchos hombres en campo contrario. Adelanta a sus centrales hasta más de la mitad de la cancha, suelta a sus carrileros simultáneamente y circula muy bien por el carril central.

 

Es grato volver a ver a Edwin Valencia. La llegada de Lillo le permitió tener minutos y rodaje. Se le ve cómodo en su rol de crupier, siendo la transición de defensa a ataque. Por delante de él juegan dos volantes interiores: Aldo Leao y Nieto. El primero se ha beneficiado de la lesión de Macnelly y a pesar de su edad sigue demostrando gran visión de juego, inteligencia y jerarquía. Nieto es un todoterreno que está haciendo las veces de Mateus Uribe y cumple. Si hay algo bueno en este Nacional son los volantes interiores.

 

Es un equipo que perdió vértigo, pero que administra mejor el balón.

 

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¿Lo peor?

Pese a que se ve una idea clara de juego, el equipo todavía no está aceitado. Las fichas no han encajado del todo. En la mitad los volantes circulan bien, tienen el balón, pero no logran traducir el juego en goles. La lesión de Macnelly fue un duro revés, pues con él se perdió al mejor último pase del país.

 

El equipo, por momentos, es intrascendente, lento y predecible. No logra completar 90 minutos de buen fútbol. Sus primeras partes tienden a ser buenas, pero en los segundos tiempos se cae. La falta de gol es una constante, pues aunque el equipo juega en campo contrario no logra generar opciones claras. A Dayro se le ve más combativo y menos resolutivo; tiene que salir mucho del área para conectar con los volantes y fabricarse sus jugadas de gol.

 

En cuanto a los extremos, Lillo todavía no ha dado en la tecla. Los hombres por banda son capitales para su propuesta y más allá de algunos partidos puntuales en los que Bocanegra fue incisivo, los carrileros/extremos siguen debiendo. Ni Rodin, ni Velasco, ni Gustavo Torres, ni Mosquera han estado a la altura. No son punzantes y no generan desborde.

 

Frente a rivales de menor valía, Nacional arañó puntos y consiguió victorias apretadas (1-0 frente a Tolima, 2-1 contra Bucaramanga y 1-0 ante Águilas Doradas). Nacional ha sido un equipo pálido, carente de ideas, lento en la mitad y sin movilidad en ataque. Su principal arma está siendo el pase largo de Henríquez y esto ya empieza a ser muy predecible.

 

Lillo apenas comienza su andar, pero que apriete el acelerador, pues el paladar del Atanasio verde es exigente y el equipo está muy lejos de su mejor versión.

 

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Foto:

as.com


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