Zlatan Ibrahimović es sin duda uno de los mejores delanteros de la última década. Ahora, con 16 años de fútbol en sus pies y habiendo ganado títulos en todos los equipos en los que jugó, ‘Ibra’ llega al Manchester United de José Mourinho para intentar recuperar el brillo y prestigio que el club ha perdido en los últimos años. Así busca cerrar su carrera con broche de oro.
Para entender al hombre hay que entender primero sus orígenes. Su infancia en Rosengard, un barrio humilde y tosco de la ciudad de Malmö, definió su carácter. La calle, esa que exige una actitud de soberbia y oculta corazones nobles, siempre ha estado presente en el fútbol de Zlatan. Sus gestos, sus locuras, su improvisación, sus declaraciones, todo. Puedes sacar al futbolista del barrio, pero el barrio nunca saldrá del futbolista. .
Esos años de infancia marcaron lo que más resalta de Zlatan: su personalidad y la confianza en sí mismo. Se sabe mejor que los demás. Necesita hacerlo, él siempre tiene que ser el máximo referente. Pero su infancia, además de soberbia, también le dio hambre de gloria y espíritu de lucha. Zlatan siempre ha sido eso, un luchador, un atleta incansable. Es exigente consigo mismo y busca dar siempre lo mejor. Nunca ha tenido suficiente. Zlatan Ibrahimovic no se conforma.
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Apareció en el Malmö sueco, pero su verdadero potencial emergió en el Ajax holandés. En 2001, cuando apenas era una promesa de 20 años, Arsène Wenger quiso llevárselo al Arsenal, pero antes de firmarlo quería verlo entrenar. Zlatan rechazó la oferta.“Yo no hago audiciones ni pruebas”, le contestó al ‘Profesor’. ‘Ibra’ siempre ha sido el mismo, incluso antes de la fama.
La calle, esa que exige una actitud de soberbia y oculta corazones nobles, siempre ha estado presente en el fútbol de Zlatan.
A ese último gran Ajax, al de Chivu, Sneijder y Van der Vaart, llegó una gema exótica que cualquier coleccionista quisiera tener en su relicario. Un tipo de 1’95 de estatura con una habilidad con el balón y un amor por sí mismo más característicos de un brasileño que de un nórdico. Como si fuera poco, tenía una velocidad y un regate endiablados. Era cuestión de tiempo para que la Eredivisie holandesa se le quedara pequeña a este monstruo sueco.
Su próxima conquista sería en Italia, en la Juve, donde ganó dos ligas –posteriormente retiradas por el escándalo del Calciopoli– en dos años. Lo más relevante de su paso por la Vecchia Signora fue su evolución. Allí dejó de lado su velocidad endiablada, ganó peso y se convirtió en un ‘9’ clásico, capaz de aguantar el balón de espaldas al arco y descargar en los volantes –Nedved y Camoranesi– que llegaban de atrás. En la Juve pasó a ser el Zlatan que hoy conocemos.
Luego del descenso del equipo de Turín, ‘Ibra’ llegó al Inter. En Milán le vimos galones y liderazgo como nunca antes. Fue la punta de lanza y la referencia absoluta del ataque interista. Todos jugaban para Zlatan y todos los caminos del ataque llevaban a Zlatan. Su mejor año fue su último, en el que coincidió con ‘Mou’. Bajo las órdenes del portugués ganó su tercer título de Serie A y explotó su potencial goleador: 25 goles y Capocannioniere. Pero como en la Juve, en el Inter, la Champions también se le resistió.
A pesar de sus grandes éxitos con el Inter, ‘Ibra’ buscaba ser el mejor y por eso sabía que debía jugar con los mejores. Dejó San Siro para ir al Camp Nou a jugar con el Barcelona, el mejor equipo del mundo en ese momento. Quería seguir triunfando, quería mayores desafíos y, sobre todo, quería la orejona. “¿Te vas para ganar la Champions?, le preguntó Mourinho. “Lo lamento, pero nosotros la traeremos a casa”, sentenció el portugués ante la respuesta afirmativa de su ex-jugador. Como raro, José tenía razón.
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Su etapa en Can Barça describe a la perfección a Zlatan. Tanto para bien, como para mal. Arrancó la temporada como buen conquistador vikingo, queriendo llevarse el mundo por delante: cinco goles en los primero cinco partidos de Liga. Con el pasar de los meses, sin embargo, tanto su participación como su rendimiento fueron mermando. Su aventura española no fue lo que él, ni nadie, se esperaba. Las lesiones y algunas suplencias por decisión técnica le impidieron mostrar todo su potencial.
Para ‘Ibra’ el problema tenía nombre propio: el Filósofo. Pep Guardiola. Pero lo cierto es que Zlatan nunca logró acoplarse a la idea de juego del equipo. Además, en Barcelona, en el esquema de Guardiola, no era indiscutible. No se sentía el mejor. ‘Ibra’ llegó a un equipo estelar, a una máquina aceitada que funcionaba bien y que ya tenía un timonel: un argentino, un tal Lionel Messi.
Volvió a Milán, esta vez vestido de Rossonero. En el AC Milán estuvo dos años, ganó un un Scudetto y salió goleador de la Serie A con 28 goles. Si algo nos confirmó su vuelta a Italia es que no hay otra liga en la que Zlatan se sienta tan cómodo como en la italiana.
Con su confianza y capacidad goleadora recuperada en Milán, Ibra quiso conquistar Francia de la mano de Carlo Ancelotti. A París llegó como el jefe, como el cacique, como el único gran referente. El equipo se armó alrededor de Zlatan y él no defraudó: doce títulos en cuatro años, cuatro ligas consecutivas y 156 goles en 180 partidos –una brutal media de 0,86 por partido. ‘Ibra’ era el PSG. ‘Ibra’ era la Ligue 1. Como él bien lo dijo en su despedida, a Francia llegó como un rey y se fue como una leyenda.
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Ahora, este vikingo de 1’95 de estatura, con su elasticidad sobrehumana producto de su afición al Taekwondo –es cinturón negro de este deporte–, su técnica perfecta, su remate tremendo con ambas piernas y su cabezazo imparable, busca conquistar su sexto país y hacer más grande su leyenda
‘Ibra’ llega al United con la obligación de volver a poner en la élite a un equipo, que desde que se fue Sir Alex Ferguson, no sabe a qué juega. Zlatan volverá a asumir el papel que mejor le queda: el del héroe.
“Siempre le he admirado –a Cantona–, pero debe saber que no quiero ser el Rey de Manchester, sino el Dios de Manchester”.
Tendrá la ventaja de ser dirigido por el entrenador que quizás mejor lo conoce, en un equipo que se está armando con extremos veloces como Mkhitaryan o Depay para acompañar en ataque y centrar al área, así como con volantes con llegada desde atrás a quienes pivotearle el balón como Ánder Herrera, Mata y muy posiblemente Pogba.
En su primer partido con el United necesitó menos de cuatro minutos para marcar un golazo de tijereta. El plato está servido y Zlatan preparado. Ya veremos si logra hacerse, también, con el trono del ‘Teatro de los Sueños’.
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Ilustración: Juanita Solano