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Hoy, sin armar escándalo, sin pelear, sin que nadie le pidiera que se fuera, Andrés Iniesta anunció que se va del Barça a final de temporada. Hubo lágrimas, eso sí, pero no fueron solo las de Don Andrés, sino las de todo el fútbol. Hasta el final fue ese jugador al que todos quisimos llamar el mejor y nunca pudimos hacerlo. Sin embargo, aunque Messi y Ronaldo marcaron época con su rivalidad, Andrés hará parte de un análisis mucho más trascendental. El manchego que llegó joven a La Masia se va del Barcelona como el mejor jugador de la historia de España y detrás de él, y de su inteligencia superdotada, quedó instaurada una nueva forma de entender el fútbol.
El Barcelona de Guardiola no habría sido posible sin Andrés. Y no me refiero solamente a lo importante que fue su gol en Stamford Bridge, sin el cual el sextete de 2009 no habría sido y sin el cual es probable que la filosofía del entrenador no hubiera trascendido como trascendió. Cuando digo que Iniesta hizo que ese juego funcionara me refiero a detalles esquivos a la simple vista, pero que hicieron posible la obra maestra.
Hablar de su elegancia, de su genio extraordinario, de su sencillez perfecta, de su último pase es hablar de lo obvio. Iniesta, por sus características, fue un volante mandado hacer para el juego de posición. Él y Xavi cogieron las llaves de la máquina, y en sociedad con la figura colosal del juvenil Messi, llevaron a la gloria a un equipo del que se acababa de ir Ronaldinho.
Con el balón, siempre hizo ver fácil lo difícil, tocó y se movió, tocó y se movió, y nunca perdió de vista al hombre libre. Siempre viajó junto, en manada. Con Xavi y Busquets, además, demostró que no se necesita ser un coloso para defender bien: con su fondo para presionar y su intuición para leer la intención del rival, Andrés compensó su aparente fragilidad e hizo infranqueable al Pepteam. Iniesta fue el arquetipo del guardiolismo.
Y contagió al fútbol español, que irremediablemente se ajustó a sus necesidades. En 2010, frente al arco holandés, oyó el silencio e hizo un gol eterno, ese que aún se aplaude cada vez que entra y sale de un campo. Ganar ese Mundial, jugando de esa forma, con Iniesta en el epicentro, hizo que el mundo fútbol mundial se replanteara el espíritu defensivo y especulativo que se había instaurado desde que Italia saliera campeona del mundo en el 90.
Andrés Iniesta, y ese gol, y esa sencillez, y ese Barcelona, y ese siempre ir hacia, y esa forma única de entender el juego. Su figura es la de un fútbol estético y atrevido, un fútbol que siempre es generoso. Y solo en su partida, en su adiós sobrio, somos capaces de verlo. Detrás de él quedó una época inolvidable. Andrés es un patrimonio del fútbol, Andrés nos pertenece a todos.
Mil gracias, Don Andrés.
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RTVE