El ruido y la polvareda que han levantado las palabras de Armani sobre su deseo de jugar con Colombia son la mayor prueba de que lo necesitamos. Si la Selección tuviera dos suplentes de garantía, acomodados en el grupo y con consolidada trayectoria no se armaría este debate. Armani ni se tomaría la molestia de hacer todos los trámites legales para su nacionalización a pocos meses del Mundial.
Deportivamente hablando no hay justificación alguna para no hacerlo. Uno de los principales problemas de la Selección es la creciente distancia que hay entre David Ospina y los demás. Castellanos, Camilo Vargas, Cuadrado, David González, Zapata son muy buenos arqueros, pero la comparación con el suplente del Arsenal es insostenible. ¿Se imaginan que Ospina se lesione una semana antes del Mundial? ¿No perdería el equipo parte de sus opciones con un arquero que está tres escalones por debajo? Es como si Falcao se lesiona y en Rusia lo reemplaza Wilson Morelo, que a pesar de ser uno de los mejores delanteros del FPC sigue estando a años luz del Tigre.
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Con Franco Armani tendríamos a otro arquerazo. El argentino lleva siete años en Colombia, lo ha ganado todo y su nivel de influencia ha sido altísimo en los títulos de su club. Por nivel, claro, sería el suplente de David en la Selección. Sin embargo, también es deseable que el del Arsenal sienta frío en el cogote, que vea que hay alguien en condiciones de amenazar su puesto. En un equipo de élite la competencia es necesaria. Vital.
El problema de los que no lo quieren en la Selección pasa entonces por un tema de lugar de nacimiento. Para muchos jugadores representar a su país es un orgullo. Se rasgan el escudo y gritan como hincha de bar los goles en la cancha. Eso es muy lindo y está bien, pero no perdamos el norte de las cosas. Como dijo Gerard Piqué hace un tiempo cuando lo cuestionaban por su procedencia catalana y sus convicciones independentistas: “la Selección no es un concurso de patriotismo”. Lo que nos debe importar es si hay razones deportivas o no para convocar a Franco Armani. Nada más.
Colombia no va a perder su identidad por tener un arquero argentino que además lleva años viviendo en el país. Distinto sería que Colombia jugara con catorce extranjeros. Pero no hay que ver un video de más de cinco segundos de Cuadrado, James, Armero, Zapata y compañía bailando champeta en la concentración para representarse a la perfección el imaginario colectivo de esta nación. De nuestra gente.
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Jugar en una selección es para todos los jugadores del mundo una oportunidad para consolidar su carrera, competir en torneos especiales y dar un paso más en la busca de la gloria. Por distintas razones hay selecciones nacionales que han prescindido de enormes jugadores y estos, desconcertados ante la situación, han terminado jugando para otro país. Casos como los de Thaigo Alcántara y Diego Costa en España, Lucas Barrios e Iturbe en Paraguay, Boateng en Ghana y Trezeguet en Francia hay miles.
Para los que dudan del compromiso del uno de Nacional, no sobra decir que Armani lleva viviendo siete años en Colombia y su esposa es colombiana. Lleva años deseando que Argentina lo llame, pero ante la ceguera de Maradona, Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli, que no es que tenga tres fenómenos en el puesto, se muere de las ganas de ponerse el buzo de Colombia y hacernos grandes en Rusia.
Nada más que decir. Armani es de Selección.
Foto: habnoticias.com