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Una buena parte de los futboleros del mundo entre 24 y 30 años somos la ‘generación Messi’. Cuando éramos adolescentes, y la llama de esta jodida, linda e inevitable adicción llamada fútbol se apoderó de nosotros para siempre, al mismo tiempo, apareció en el Barca de ‘Dinho’ una zurda única. Superior a todo lo que habíamos visto y hemos visto. Fuimos creciendo, quemando etapas de la vida y desembarcamos en la adultez acompañando la carrera de Messi. Sintiéndolo cerca, por la edad, por sus trucos con la pelota, por burlar tantas veces nuestra capacidad de asombro. La ‘generación Messi’, sencillamente, tiene la certeza de ser contemporánea de la mejor versión de este juego. Es esa certidumbre la que hace que lo queramos tanto.
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En los quince años que ha durado su carrera Leo ha contado con millones de defensores en el mundo. Abogados de bufanda abrazados a su bandera. En los clásicos perdidos, los Balones de Oro de Cristiano, las eliminaciones de Champions y Mundiales, las finales perdidas de Copa América, las declaraciones de jugadores envidiosos, las especulaciones de periodistas sin códigos, las puteadas de hinchas sin memoria, los desacuerdos con directivos incompetentes, para todo Messi ha tenido una bancada de abogados. Siempre ha habido un argumento futbolístico razonable, pues cuando un jugador, que de mantener su ritmo de goles y títulos hasta los 36 años, se podría retirar cómo el más goleador y ganador de la todos los tiempos, las críticas severas parecen flechas de goma. Parecían, pues eso cambió ayer.
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Lo que ocurrió contra Croacia fue muy triste y misterioso Que hubiera jugado mal un partido tan importante era algo que podía ocurrir. Sin embargo, lo desconcertante fue que no jugó ni bien ni mal, sencillamente no jugó. En su Mundial, durante este mes que llevaba preparando y esperando por tantos años, luego de llegar a Rusia como capitán, faro y dueño del equipo, tenía que dejar la vida por Argentina: pedir balones, ganar faltas, rebelarse ante la adversidad. Y, al contrario, como nunca antes, lo vimos entregado. En todos los partidos importantes que Messi perdió, siempre lo vimos dejar algo por la causa. Ayer no.
Es que no dejó NADA. Por primera vez sentí que le falló a una camiseta. No hubo rastro del espíritu competitivo y amateur que lo ha llevado a la cima. Su apatía en un juego de ese tamaño nos descoloca a sus defensores. Está a punto de despedirse del Mundial y por primera vez desde que lo amamos no tenemos armas para poner el pecho por él. Es imposible. De los 14 que jugaron en Argentina, Leo fue el que menos compromiso mostró con la causa. Duele mucho verlo así. Ojalá Argentina clasifique con la carambola de resultados que se le pueda dar y Messi vuelva a ser Messi.
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FIFA