La banda de ‘Liberman y sus amigos’

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La situación de Argentina es en gran parte culpa de los jugadores. Pero un periodismo venenoso puede hacer peor a un equipo.

 

Después del empate con Venezuela oí las opiniones de algunos de los periodistas más prestigiosos de Argentina. Antes de que descargaran la metralleta, ya olía a sangre. El ambiente y la tensión que se inyecta desde los medios es violenta, excesiva, virulenta. Ese no es un problema menor. La ferocidad con que se analiza a los jugadores repercute en el rendimiento de ellos, no tengo ninguna duda.

 

Oí los editoriales de Martín Liberman, Mariano Closs, Gustavo Lopez, Fantino y Daniel Mollo. También algunas opiniones de los panelistas de Estudio Fútbol, Fox Radio del Plata y 90 minutos de fútbol. Y aparte de las voces analíticas de siempre, todos fustigan y señalan con violencia. Se extralimitan, maltratan a los jugadores y a los entrenadores. Hablan de sus carros, de sus mujeres, de la plata que tienen, los ridiculizan, les dicen que no son hombres, que no merecen jugar con Argentina. Después de oírlos con atención, los argumentos que se remiten al juego son muy pocos. Esto hace parte del problema.

 

En los últimos tres años la Selección Argentina tuvo a Martino, Bauza y Sampaoli. Tres entrenadores con sobrados méritos para ocupar el cargo. Bauza asumió el puesto después de que cinco entrenadores lo rechazaron y a los ocho partidos ya estaba afuera. Es cierto que su equipo no jugó bien, pero es que en esas condiciones es muy difícil hacerlo. No tuvo a Messi en la mitad de los juegos y la mayoría de sus hombres jugaron con una mochila pesadísima. Los jugadores argentinos son perseguidos y señalados inclementemente. Hoy, el mayor rival de Argentina es Argentina misma.

 

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La AFA salió de su etapa de transición y con un presidente en funciones sacó a Bauza y trajo a Sampaoli. Un entrenador al que le fue bien siempre. Todos sus equipos despertaron admiración, producto de una propuesta ofensiva, atrevida, vistosa. La esperanza era que lograra eso con Argentina bajo la consigna de “rodear bien a Messi”.

 

Esa es la promesa de su gestión. Pero en su llegada debía lidiar con un medio que pedía cambios a gritos. No querían más a la Mafia de Messi, como dicen algunos. Pedían la cabeza de los Higuaín, Zabaleta, Di María, Agüero, etc. Y en buena medida Sampaoli pateó el tablero, por convicción, por supuesto, no por darle pan a estos caciques con micrófono.

 

Se dio cuenta que Argentina no tiene laterales de alto vuelo y pasó a línea de tres. Es cierto que es un sistema que necesita de sincronización y de tiempo, pero Mercado en Sevilla, Mascherano en el Barca y Otamendi en el Manchester City conocen bien ese rol. Era lógico apostar por eso. Rojo y Zabaleta ya no están. El cambio fue drástico, una revolución.

 

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En el mediocampo jugó los dos partidos con Guido Pizarro y por los costados apostó por el ‘Huevo’ Acuña (130 minutos entre los dos partidos) y por Lautaro Acosta (los 90 contra Venezuela). Intentó proponer con carrileros largos para ganar amplitud y así darle más espacio a Messi para desequilibrara por dentro. Otra revolución.

 

Adelante apostó por Dybala como el nuevo socio de Messi. La ‘Joya’ lleva cuatro partidos oficiales con la Selección. Es nuevo. No hace parte de la ‘Mafia de Leo‘. Y, otra vez, era lógico pensar que un jugador de su talla pudiera conectar con Messi. Arriba Sampaoli limpió a Agüero y a Higuaín. Jugó con Icardi, ‘El Prohibido’, y con Benedetto. Dos caras nuevas.

 

En conclusión, Sampaoli, con nombres y con sistema, revolcó la pizarra, cambió todo, refrescó conceptualmente a la Selección. Y en dos partidos, como podía ser, el plan no funcionó… Y ya lo estaban esperando.

 

Estos inquisidores ya tienen nuevos culpables. Sampaoli tampoco les funciona, y como siempre, los que les sirven son los que no convocaron. El problema de Argentina es Argentina y todo aquello que rodea a la Selección. No es casualidad que cracks como Icardi, Dybala, Di María, etc., muestren versiones tan pálidas con respecto a lo que muestran en sus clubes.

 

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Pasa que Icardi sabe que si falla dos goles está liquidado, Di María sabía que si jugaba mal ayer le caía la mundial, Dybala sabe que el apodo que le puso Liberman ya está en boca de todo el país. Jugar al fútbol así es IMPOSIBLE. Por más calidad que tengan, estos jugadores salen del vestuario con una mochila de mil kilos en la espalda. ¿Es casualidad que con tantos técnicos capacitados y jugadores de elite Argentina lleve tanto sin rendir?

 

Estos gurús ya tienen sus nuevas peticiones: Ponzio, Gago y Alario. Vendrán estos y pasará lo mismo. Hoy jugar en Argentina es un infierno. Y dirigirla es peor. El medio es parte de la crisis del fútbol argentino. Espero que en Colombia nunca pase eso. Que nunca nadie consiga fama destruyendo a otras personas.

 

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Foto: bucket.glanacion.com


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