Volvió La No Historia del Fútbol. Esta vez va sobre la fragilidad de Maxi López después que su mejor amigo le robara a la familia.
Se despertó en el centro de la cama. No en el lado derecho, que siempre había sido su lado, sino en toda la mitad. Podía estirar los brazos por completo sin alcanzar los bordes del marco king size. No recordaba por qué escogió el lado derecho, si había sido una decisión consciente o una imposición de su mujer, pero siempre fue así. Incluso cuando jugaba de visitante y dormía en hoteles por toda Italia respetaba su lado. El colchón, demasiado grande para una persona, le transmitió un vacío que llegó hasta la médula.
Le costó mucho levantarse y eso era raro en él. Cuando tenía partido en la tarde como ese día se despertaba temprano y salía a dar una vuelta para despejar la cabeza. No importaba si era invierno o verano. Lo hacía sin falta desde que inició su carrera profesional doce años atrás.
Cuando finalmente logró dejar las cobijas recorrió la casa con un pocillo de café instantáneo, su mujer era la que sabía usar la cafetera. La casa, de cuartos amplios y acogedora, quedaba sobre la costa de Génova y tenía vista al mar. Fácilmente cabría una familia italiana de las que parecían un batallón militar. El silencio al que la casa todavía no estaba acostumbrada le daba un aura desalentadora a las habitaciones vacías. Las únicas personas que lo acompañaban vivían congeladas en los portarretratos.
Desde la ventana vio que el malecón estaba solo. Afuera la temperatura debía estar por los siete u ocho grados centígrados y una capa de humedad recubría los andenes. Fue hasta su cuarto, y al ver la sudadera con la que salía a la calle contempló la posibilidad de hacerlo pero no estaba de ánimo. Se volvió a meter en la cama y se limitó a mirar el techo.
Recordaba perfectamente cuando le ofrecieron irse a Europa. El sueño se volvía realidad. En menos de dos meses aterrizó en España y empezó a firmar autógrafos como si fuera el salvador de un equipo recién resucitado. Niños de todas partes hacían filas para que les firmara la camiseta. Sobre todo se acordaba de uno, argentino como él, que se acercó y le dijo “cuando sea grande quiero cabecear como vos… igual que vos”. Eso hacía más de cinco años. Ahora la situación era diferente.
Estaba por quedarse dormido cuando lo llamaron y no quiso contestar. Dejó que el teléfono sonara incansablemente sobre la mesa de noche. Lo habían estado llamando toda la mañana pero no tenía ganas de hablar con nadie. Finalmente contestó para que lo dejaran en paz.
Del otro lado de la línea hablaba uno de los asistentes del entrenador de su equipo, la Sampdoria, y le preguntó si todo andaba bien, ya debería estar concentrado con el resto de jugadores preparando el partido. Tranquilizó al asistente diciéndole que no había ningún problema, simplemente se le había hecho tarde, pero en veinte minutos estaría allá.
Aunque no quería ir tenía que ser profesional. No podía quedarle mal al equipo en uno de los partidos más difíciles de la temporada contra el Inter de Milán. Se metió a la ducha y vio que en la jabonera había una jirafa y un tigre de goma. Recordaba con una precisión espeluznante la última vez que vio a sus hijos, y cuando cogió los juguetes le hicieron más falta que nunca. Le aterrorizaba la idea de que le dijeran papá a otro hombre.
En esa casa, ahora silenciosa, hasta hace no mucho veía televisión con sus hijos, se acostaba con su mujer y jugaba videojuegos con uno que otro compañero de equipo. Compañeros que eran amigos a los que les abrió las puertas de su casa y su familia. De eso no quedaba nada y cada día era más distante la posibilidad de recuperarlo.
El frío de la calle terminó de despertarlo cuando salió y se montó en el carro. Se decía que así no quisiera ir era su deber. Ética profesional, pensó. Todo el asunto era una cuestión de valores y ética. Valores y amistad. Valores y lealtad. Traición.
Prendió el radio para no sentirse solo y en la emisora que estaba sintonizada pasaban la previa del partido entre la Sampdoria y el Inter de Milán.
–Este partido, además de ser clave para las aspiraciones de la Sampdoria de ascender en la tabla, tiene un ingrediente especial –decía uno de los comentaristas–. Es la primera vez que se van a enfrentar Mauro Icardi, exjugador de la Sampdoria y ahora delantero del Inter, y Maxi López.
–Sí –añadió otro panelista–. Para los que no lo recuerdan, hace unos meses estalló el escándalo entre ellos dos porque Wanda Nara, ahora exesposa de Maxi López, se separó de él para irse con Mauro Icardi, antiguo compañero y amigo suyo.
–Uno de los datos que más resalta –continuó el primer comentarista– es que desde sus inicios en el Barcelona, Mauro reconoció abiertamente la admiración por su compatriota, y desde entonces Maxi lo apadrinó en el mundo del fútbol.
–Inclusive, algunos medios aseguran que la misma Wanda le ha negado a Maxi la posibilidad de ver los hijos que tienen en común y que hoy viven con Mauro. Esto es…
Apagó el radio. No soportaba que la prensa amarillistas se metiera en su vida como lo venía haciendo desde la separación. Hundió hasta el fondo el acelerador y continuó en silencio pensando en qué iba a hacer cuando tuviera a Mauro al frente.
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