El América, extrañando a su público, fue superado por un Pasto solidario y sincronizado. Acá las claves del 0-0.
Ser frío
Da rabia, da frustración, da desespero cuando los diferentes, los talentosos, juegan así. Qué partido triste el de Lucumí, qué partido triste el de Brayan Angulo. Es verdad, sí, que el América fue impreciso, que Castañeda falló en el primer pase, que ni Angulo ni Palacios, los laterales, fueron opciones en ataque. Pero en una semifinal no se puede andar así, tan displicente, tan intermitente, tan frío.
Lucumí y Angulo, lo saben, para hacer la diferencia, deben ser eléctricos, rebeldes, socios. Torres confió en que con ellos y con un Borja portentoso, omniprescente, que aguanta un bus y pivotea un balazo, más Silva, le bastaba para romper el predecible móvil defensivo del Pasto. Pero fracasó. Fracasó en gran medida porque sus creativos, sus cerebros, jugaron la semifinal ligeritos, sin sangre. Sangre, en ellos, es encontrar el espacio, es hacer corta la cancha, es romper líneas con sorpresa, es hacer mandar al América. Ni a, ni b, ni c. Fueron piezas aisladas e indefensas que no le encontraron la vuelta al laberinto del Pasto.
Solidaridad en pasta.
El Pasto se va a casa como favorito porque, como suelen ser los equipos de Flavio Torres, fue un equipo solidario, sincronizado, con plan y con flow. Es de analizar el móvil que Flavio plantó en la mitad. Todos la entregan redonda, todos son dinámicos, todos viajan juntos, todos son sacrificados. Giraldo – que se las sabe todas- junto a Cantillo hicieron muy férreo el núcleo de la mitad. Reina, por la derecha, es un talentoso vestido de obrero que entendió muy bien que hoy la premisa era “defiendo luego existo”. Cataño, por izquierda, además de una disciplina e inteligencia posicional envidiable, simplemente hizo imposible sacarle la pelota, salió bien librado siempre, se asoció, saltó líneas, jugó para diez puntos. Rivera, que se pegó a Reina para defender y completar la línea de 5, sorprendió con su audacia e intuición para romper en ataque; es interesantísimo.
Es verdad que en el último cuarto el Pasto fue un equipo soso, sin electricidad (las queda debiendo para la vuelta). Pero si su negocio era no pasar apuros en Cali, correr con la pelota, olvidarse de ser visitante, lo logró, en gran parte del partido fue el dueño del balón y jugó a placer.
¿Le duelen las despedidas? Entonces lea olvídame.
El ‘Cucho’ y los violentos.
El América terminó arrastrando los pies. Ni Arboleda ni el ‘Cucho Hernández’, como cambios, lograron inyectarle alegría al partido.Terminó predecible, accidentado y en letargo.Torres tendrá problemas para explicar por qué no apuesta sin aguas tibias y se reserva al ‘Cucho’ para los segundo tiempos, cuando ya hay frustración y cansancio. Cuando ya es demasiado tarde.
En la vuelta, analizando la ida, viendo que Lucumí y Angulo aún deben crecer en protagonismo y peso, debería ponerlo de entrada, para que los junte, para protagonista desde el principo. Es su obligación.
Y los violentos, bueno los violentos, unos cuartos de final que debían estar colmadados, en unn Pascual en fuego se dio fría y fantasmal. El América careció de fuego, en gran parte, por su culpa. Juegan en contra de su equipo “amado”.
Terminé con el Diamante en Bruto: Damir Céter.
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Futbolred.