Estas son las claves del primer título del Junior, quizá el primer paso hacia la mitología
Planteamiento inicial del Medellín: MEDIOCRIDAD.
Vayamos con la verdad: el planteamiento inicial del Medellín –siendo generosos– fue mediocre. Muy mediocre. Irritablemente mediocre. El fútbol es también un espectáculo y hoy jugaban una final, hermano, una final. No se puede salir así, tan acomplejado, tan timorato, tan tacaño. El sistema es lo de menos, si al final hay equipos que con cinco defensores te pintan la cara; el problema fue la disposición y el convencimiento.
Jugar a no dejar jugar. Apostar por la densidad, por la acumulación de piernas y más nada. Tan malo fue, que desde el juego no hay mucho que decir: defendió con 10 hombres, el balón le quemó siempre y en los primeros 45 minutos no disparó una vez al arco. Tan malo fue, que Toloza, impotente, hizo de armador.
La Goma Hernández, Toloza, Cataño, Leo Castro, son nombres que obligan a algo más. Salir a jugar una final así, tan entregado, es de equipos chicos. Excedidos por las circunstancias.
Pd: el segundo tiempo decoroso, con un Eduard Atuesta enorme y un equipo con amor propio no alcanza a borrar lo espantoso del primero. Es más, lo hace peor, pues demuestra que podían mirar a los ojos al Junior.
Cha-Teo…¡Y Jarlan!
Es un lugar común hablar de Cha-Teo. Es un # ya demasiadas veces usado. Pero qué le vamos a hacer, si es el regalo de la década para el fútbol colombiano. En el primer tiempo, con Chará menos encendido, fue Teo el que volvió a presumir de su inteligencia superior. Tirándose atrás para buscar ser él la idea y el pase, metió tres puñales de muerte, además de combinar con Jarlan en el primer gol.
En el segundo tiempo, con un Medellín más digno y arriesgado, con algo de espacios, el show de Jimmy Chará fue una locura. Son jugadores de otro fútbol, cuentan otro cuento, los debemos disfrutar.
Pero pasa que también hay que hablar de Jarlan. Porque el chiquitin, después de sus penales fallados y sus yerros recientes, la pidió al pie y jugó con fuego sagrado. De afuera hacia adentro, flotando por la mitad, haciendo las coberturas en defensa, respondió a la confianza de Comesaña y avisó que las finales no le quedan grandes. El zapatazo del primer gol es otro síntoma más de una zurda mitológica.
Julio Comesaña, el escritor.
Sus lágrimas al final del partido fueron conmovedoras. Este nuevo título es otro reconocimiento a un hombre que, para bien y para mal, se ha metido en las entrañas del Junior. Sabe que no ganarlo todo, con este equipo millonario, se deletrea como fracaso. Hoy tenía que ganar y ganó. Y ganó bien, mandando, demostrando pleno control de la plantilla. Acertivo y ordenado y ambicioso.
Aunque los recursos para este semestre son inéditos en nuestro fútbol, no es fácil gestionar un plantel así de la forma en que lo va haciendo Comesaña. Ha demostrado la sapiencia suficiente para potenciar la competencia y llegar a los partidos de la verdad con solidez y discurso.
La chequera en dólares con la que armó el equipo le exige hacerlo mitológico. La convulsión de hoy en Barranquilla, el infernal tríptico Barrera-Chará-Teo jugando a un toque, los laterales largos como lanzas, Pico como parabrisas y Cantillo en versión Busquets empiezan a hacerlo realidad. Este Junior empieza a tener tintes literarios. Y él, a pesar de las superestrellas, sabe que es el escritor. Se lo ha ganado.
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