La final capitalina es para disfrutar desde ya. A modo de previa les dejamos los tres argumentos principales que tiene Santa Fe.
La sana costumbre de jugar finales
Los equipos, como los jugadores, como los hinchas, se moldean a partir de las circunstancias y las experiencias. Ganar finales, responder en la ansiedad y en el temblor es algo que se aprende. Se ejercita y se doméstica. Eso de la mística copera, de la jerarquía, de la “veteranía”, no son conceptos vacíos cuando se sustentan con números.
En Millonarios, de los 11 que seguramente serán titulares este miércoles, solo De los Santos y Duvier Riascos han salido campeones en primera división… Para el resto, salir primero es tan misterioso como para quien escribe y lee esto. Es posible imaginarse a Duque levantándose en la noche cinco veces, a Mosquera bañándose con agua fría en la madrugada, a Vikonis rezando en uruguayo para conciliar el sueño…
En contraste, en Santa Fe no hay un solo jugador titular que no haya ganado una liga.Y todos, de Rufay a Morelo, han sido campeones más de una vez. Desde hace tres diciembres Santa Fe despide el año con títulos (dos ligas y la Sudamericana). Esa sensación de confianza y seguridad solo la dan los hechos.
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La fórmula perfecta: Santa Fe a la uruguaya.
A uno le puede gustar o no cómo juega Santa Fe. Querer o no sus formas y sus medios. Sin embargo, nadie puede poner en duda que desde que asumió Gustavo Costas en 2014, con sus debidos matices, se ha mantenido una base y una fórmula perfecta: “el Santa Fe a la uruguaya”. ¿En qué consiste? Va sin máscaras y sin misterios: una jauría de lobos hambrientos en la mitad, verticalidad y pragmatismo, contragolpe letal, sincronización, disciplina para replegarse y un juego aéreo que es la envidia de todos.
Si algo hay que aplaudirle a Pastrana es su audacia para darle consistencia e identidad al club. Costas, Pelusso y Gregorio Pérez comen del mismo plato y beben del mismo vino. No es la Masía, acá no hay juego de fantasía … pero de cuatro años para acá no se negocia la intensidad, el rigor táctico, la eficacia y la infranqueabilidad defensiva.
¿En que se parecen el Santa Fe campeón contra Huracán, el Santa Fe campeón contra Medellín y contra Tolima? En todo. Son una foto casi repetida. “Hoy vamos a jugar como venimos jugando desde hace cuatro años, ya todos conocen los secretos, el rival terminará cayendo en la trampa”, esas bien podrán ser las palabras de Gregorio en el vestuario.
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Cerrar de local.
Esta es la más obvia, pero no por eso la menos importante. Como pasa en las primeras citas, cuando aún todo está por verse y la cosa puede salir bien o irse para el carajo, jugar de local, estar en casa, amortigua el nerviosismo e incrementa las posibilidades de conquista.
Para los escépticos los recuerdos recientes están ahí, implacables: de las últimas cuatro finales ligueras que Santa Fe cerró con su gente –Pasto, Nacional Medellín y Tolima– Ganó tres. Igual que, ante su gente, ganó la Copa Sudamericana contra Huracán.
Los números están para romperse, las estadísticas –y más en el fútbol– son para muchos frivolidades sin sentido que se confunden con el humo, pero los partidos de la vida se ganan en los detalles… Y la localía no es un detalle menor.
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