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Ha pasado más de una década desde la época de los Invencibles en el Arsenal. Desde esos años dorados en el norte de Londres, los Gunners han llegado a una final de Champions, cambiado de estadio, conseguido una FA Cup y poco más. Pero el legado de un equipo invencible, que fue la envidia de un país que miraba atónito las hazañas de Thierry Henry y compañía, ha mantenido a flote al serísimo francés que los dirige desde el banquillo.
Esto, y una tradición de técnicos fuertes y longevos durante la historia del club le ha asegurado el puesto a un Arsene Wenger que temporada a temporada ha visto a su propio legado perderse en una consistente mediocridad.
Se puede debatir y especular por horas sobre la razón de la caída en desgracia del equipo de Wenger. Desde razones económicas, como la dificultad del Arsenal por competir con los presupuestos astronómicos de sus rivales directos; pasando por su estilo de juego rígido y anacrónico, que en medio de una liga constantemente cambiante se ha quedado corto. Lo cierto es que la crisis en el Arsenal existe, y ha sido el contexto del club por lo menos desde hace cinco temporadas. Hoy, el capítulo de esta saga tan trágica como absurda, tiene como protagonista al atacante chileno Alexis Sánchez.
Qué feo dejar de ver esto en Emirates.
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Muchas veces el chileno ha sido verdaderamente sensacional vestido de rojo, pero esta última temporada se le ha visto sin ganas, cansado de jugar para el equipo y parece que por sobre todo, para el técnico. Si las hazañas pasadas han mantenido a Wenger a flote, el hechizo de ese encanto se acabó.
Hace ya varias temporadas, los hinchas le piden a las directivas un cambio de personal urgente, pues ven que el viejo Arsene no está a la altura de los técnicos que han desfilado en el Chelsea, ni tampoco con la actual cosecha que conspira desde los extremos de Manchester el destino de la liga.
Además, ahora parece que la escuadra tampoco le cree a Wenger. Los éxitos que le habían asegurado el respeto y la obediencia del equipo por muchas temporadas se han disuelto en medio de resultados mediocres y una prensa sanguinaria. La salida confirmada de Alexis, y probablemente la de Özil, son un síntoma más de esta difícil realidad por la que pasan los Gunners.
La derrota a manos del Bournemouth el fin de semana pasado lo reconfirma. Pues no sólo las más grandes estrellas del equipo no quieren jugar como manda Wenger, sino que el equipo entero carece de ánimo y deseo, y verlo jugar da vergüenza o pesar, dependiendo de las lealtades propias.
Con una hinchada entera en contra y un vestuario que no quiere jugar para él o, dándole el beneficio de la duda al veterano, que simplemente no está a la altura de la liga, podemos preguntar una vez más: ¿cuánto tiempo le queda a Wenger en el banquillo del Emirates?
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Desde hace años, el mundo fútbol ha estado atento, esperando su salida. Nada pasa. Esto es porque Arsene, a pesar de perder la confianza de la hinchada y los jugadores, siempre ha tenido a la mesa directiva como soporte. Pero esta vez el tiempo parece alcanzarlo y todo parece indicar que el Arsenal tomará la decisión inevitable que sus resultados causan en un club grande.
A mi parecer, la decisión debió haber sido tomada años atrás. De esa manera se hubiera conservado el estatus del club –y por consiguiente el atractivo para reclutas potenciales— y también el honor de un gran técnico que marcó hitos en el fútbol europeo.
El futuro es incierto, pero su caída lo ha dejado como el hazmerreír del mundo futbolero. Lo mejor que puede hacer el Arsenal, sin la capacidad de atraer a las superestrellas que en teoría lo revitalizarían, es conformar un proyecto a largo plazo. Tendrá que aprender, por ejemplo, del proyecto Atlético de Simeone, para permitirse pensar que puede ganarse el respeto de la élite futbolera una vez más.
Termine con: El Mensaje del Profesor Wenger
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