Es difícil esconder el fracaso de Lillo y Comesaña

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NOTA: La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la opinión de Hablaelbalón.

 

Respeto profundamente la opinión y el concepto de quienes creen que Juan Manuel Lillo es un gran entrenador. Tienen, en general, más experiencia y conocimiento futbolístico que yo, lo reconozco. Es más, considero sumamente valioso que surjan voces, como las de mis amigos de Hablaelbalón, que hagan notar lo que a muchos se les pasa por alto: que Lillo tenía un proyecto a largo plazo, que es un gran estratega y que Nacional, bajo su batuta, habría desarrollado un fútbol que lo hubiera llevado a marcar época.

 

Dicho esto, puedo afirmar sin remordimiento que a mí Lillo me parece un charlatán. Un tipo común y corriente que se ha hecho un nombre a punta de nada o, mejor dicho, de hablar mierda. ¿Cómo es que este personaje vino a dar al mejor equipo de nuestro fútbol? La enseñanza que nos deja este 2017 es que en el FPC es esencial tener un buen técnico. No es sino mirar al Junior -otro grande con aspiraciones estratosféricas- para darse cuenta de que una buena nómina no garantiza nada si no se tiene un técnico de altura. ¿Quién pensó que Julio Avelino Comesaña era el indicado para dirigir a ‘Chateo’ y compañía? No, no, no… de una vez por todas entendamos que en el Fútbol Profesional Colombiano el técnico sigue siendo el pilar de cualquier equipo, el primer responsable de su rendimiento, la figura que determina el éxito o el fracaso de un proyecto… ejemplos hay de sobra.

 

Hay una estadística que se ha convertido en el talismán de los detractores de Lillo: en más de 30 años como entrenador, el técnico vasco no ha levantado ni un solo título. Personalmente, hay un dato que me llama mucho más la atención y que revela la inestabilidad de quien, supuestamente, es el maestro del gran Pep Guardiola. Desde que salió de UD Salamanca en el 96 (su único proyecto verdaderamente exitoso), Juan MaLillo no ha completado un año entero sentado en el mismo banquillo. Real Oviedo, Tenerife, Zaragoza… Dorados de Sinaloa… Almeria, Millonarios… la lista es interminable, Lillo siempre terminó destituido por malos resultados o se fue por mala relación con la directiva.

 

Inédito cuando todo el equipo salió a defender a Lillo, sí, pero en el fútbol se defiende con resultados.

 

Los que lo defienden dicen que a Lillo hay que darle tiempo. Yo pregunto: ¿Tiempo para qué? ¿Dónde están los avales de este charlatán, como para confiarle un proyecto a largo plazo? Vale, es cierto que en Nacional estaba empezando apenas y que, una vez maduro, su proyecto podría dar algunos frutos. Pero tras evaluar la carrera de este señor, es fácil darse cuenta de que su renombre se debe principalmente a su buena etapa en Salamanca (al que ascendió a Primera División hace más de 20 años) y a la historieta, ya más que conocida, de que le enseñó a Guardiola todo lo que sabe. Para ser técnico de Atletico Nacional se necesita mucho más.

 

Ahora, con Avelino pasa algo muy parecido. Comesaña es el ‘desvare’ del Tiburón, todo el mundo lo sabe. Se hizo con el puesto a la mitad del semestre pasado, después de que a la directiva del Junior le entró el afán por despedir a Gamero. Este semestre, después de contratar a Teófilo Gutierrez y Jimmy Chará, entre otros grandes jugadores de la Liga Aguila, Junior aspiraba a absolutamente todo. Y Comesaña, bueno, lo que pretendía era ampliar su ínfimo palmarés: el “Pelo e’ Burra” cuando comenzó su séptima etapa en el banquillo tiburón tenía en su vitrina un solo título, el Campeonato del 93. Hoy tiene uno más, esa Copa Colombia que le ganó al Medellín y que constituye el único logro de la nómina más cara de nuestro país. En las instancias decisivas se vio a Comesaña como un técnico conservador y timorato, le faltó temple, le faltó hambre de títulos y eso le terminó saliendo demasiado caro al Junior.

 

Entre los 20 equipos de la Liga Aguila, los que tenían más grandes aspiraciones eran Junior y Nacional. El fútbol es impredecible, ya lo sé, pero antes de empezar el torneo estos cuadros eran, por mucho, los grandes favoritos. Su fracaso, aunque sorpresivo, tiene una explicación muy clara. No nos vengamos con cuentos. Entre Comesaña y Lillo suman 67 años de experiencia en los banquillos (36 de Avelino más otros 31 del vasco Lillo) y un miserable título; bueno, dos con el de este año.

 

¿Quiere ver el otro lado de Lillo? Lea esto: Ganar por ganar es de mediocres

 

No me pregunte por qué, pero está comprobado que el FPC es de técnicos. El técnico campeón este semestre va a estar entre: Russo –campeón de la Libertadores en 2007–, Gregorio Pérez –Tetracampeón del fútbol uruguayo–, el ‘Polilla’ da Silva –Tricampeón del campeonato uruguayo–  y Alberto Gamero, el menos ganador de los semifinalistas, que de todas formas supera, con sus dos títulos, el palmarés de Malillo y Avelino. La última vez que un técnico sin títulos salió campeón aquí en Colombia fue en 2012, cuando Hernán Torres sacó a Millonarios de la sequía: los últimos años nos han demostrado que la experiencia ganadora del técnico es un factor fundamental.

 

De nuevo, respeto profundamente a quienes los defienden. Pero no lo entiendo, así de simple. Prefiero irme por la explicación barata: el fracaso de Junior y Nacional fue por culpa de sus respectivos técnicos. De Comesaña porque es un viejo reencauchado y de Lillo, porque es un completo charlatán.

 

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Red+ Noticias


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