El Tigre es un mito. Lo que hace colinda con la ficción. Contra Perú nos volveremos a encomendar a él. Por eso recordamos algunas de las veces en las que nos salvó las papás en la Eliminatoria.
Contra Perú, para Sudáfrica 2010.
Eran otros tiempos. Tiempos mediocres. Tiempos en que celebrábamos con lágrimas (ya saben de quién hablo) un empate con Brasil. Ir al Mundial era algo hecho para otros y la irregularidad, la falta de jerarquía, nos atravesaba de pies a cabeza. En los dos últimos partidos, antes de enfrentar a Perú, perdimos contra Venezuela y contra Argentina, era la fecha 14 y de no ganar ni la calculadora del papa Francisco podía salvarnos.
El partido fue en el Atanasio y Perú llegaba última en la tabla. Aunque merecimos más en esos tiempos austeros, cada gol parecía un milagro. Ganamos 1-0 porque nuestro nueve, depredador del área, pescó el rebote. Gracias al Tigre, el sueño de Sudáfrica se estiró un ratito más.
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Eran épocas tan frías que la narración está bien en argentino.
Contra Bolivia, para Brasil 2014
Leonel Álvarez se estrenaba como técnico de la selección absoluta. Colombia había descansado en la primera fecha, así que todas las ansias del debut se habían acumulado para el siempre jodido partido en La Paz. Leonel, embriagado con el vino del éxito, no tuvo problema en sentar a Radamel Falcao.
Pabón, remplazante del Tigre, adelantó a Colombia en el 48′ y disfrazó a Álvarez de Pep Guardiola. Sin embargo, el empate boliviano a cinco del final tiró el plan a la basura.
¿Qué hizo Leonel? Chiflando, llamó a mandar a Falcao, a quien con su tono paisa le dijo: “tenés diez minutos para cambiar esto, Tigre, en vos confío”. Así respondió.
La corrida del Tigre
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Contra Paraguay, para Brasil 2014.
Trece puntos llevábamos antes de vernos contra Paraguay en la jornada 9, un 12 de Octubre. Habíamos hecho las cosas bien. Funcionábamos como equipo y en Barranquilla ver a la Selección era sinónimo de emborracharse (a Uruguay le ganamos 4-0). Pero Paraguay, ayer y hoy, existe para joderle la vida al resto. Para vender muy cara cada derrota. En nuestra calculadora mundialista ganarles era una obligación.
En cancha todos nuestros buenos muchachos: James, Aldo, Mac y Teo. De capitán, y de referencia, y de líder espiritual, y de esperanza de gol, el Tigre, ya famoso en todo el mundo. Ya multimillonario. Ya estrella de rock.
Y así, levitando, le dio un baño (literal) a los paraguayos. Dos goles de megacrack. Es el mejor partido de su mitológica vida de futbolista.
Si el primero trajo el éxtasis, el segundo, dejémonos de vainas, fue un verdadero orgasmo futbolístico.
Si le gustan los goles que hace Falcao, también le gustan los goles en verso: El de Higuita a River.
Contra Chile, para Brasil 2014.
Las Eliminatorias al Mundial de 2014 fueron atípicas. Acostumbrados a sudar sangre, esa vez llegamos sobrados a la penúltima fecha. Teníamos pie y medio en Brasil y un empate contra Chile en Barranquilla nos aseguraba la clasificación matemática. Fácil.
Quizá porque no estamos acostumbrados a la opulencia, pero la cosa arrancó mal. Dos pérdidas infantiles en la mitad y un tiro de esquina apalearon a Colombia. El primer tiempo terminó 0-3. Estábamos fríos. Nevaba en el Metropolitano.
Pero luego vino la gloria. El mejor segundo tiempo de la historia. Colombia, empujada por un estadio feroz, hizo el primero y el segundo… y pitaron penal para el tercero. Y ahí estaba él. Falcao. Siempre. Ya había hecho el segundo y luego hizo el tercero. Gol y clasificación.
Uno de los instantes más lindos que recuerde esta patria rota. Te amamos, Tigre.
No sea vago: vea este resumen completo. Amará aún más al Tigre.
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