Lo que va a pasar las próximas dos semanas no nos había pasado nunca. Es verdad que antes de Falcao, de James, de Cuadrado, hubo otros que abrieron el camino. Iván Ramiro con el Inter, Mondragón con el Galatasary, Córdoba con el Besiktas, por nombrar algunos, izaron nuestra bandera en la élite de la élite. Fueron ellos, con sus carreras ejemplares, los primeros en hacernos creer el cuento de poder estar entre los mejores. Pero desde entocnes hemos avanzado sin tregua y el 2017 deberá ser recordado como el año en el que dimos el salto: de estar entre los mejores a ser los mejores.
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Nunca antes en nuestra futbolera historia nos habíamos sentido tan cercanos a la élite, tan presentes, tan significativos. Del mal chiste que señalaba que Piqué, por ser novio de Shakira, era la cuota colombiana en Champions, hemos pasado a tener al capitán y goleador, al extremo y al número 10 en tres de los semifinalistas de la competición. Por esta vez tiene sentido el exagerado slogan de La Champions es Colombia, y el sombrero vuletiao y las pelucas multicolor del ´Pibe’ Valderrama que se pasean por las tribunas europeas.
Falcao, James y Cuadrado, cada uno más profesional que el otro, con sudor y lágrimas, han cambiado para siempre ese axioma venenoso que durante muchos años sirvió para definir al futbolista colombiano: “talentoso, diferente, impredicible… pero vago, irresponsable, incompatible con el fútbol de alto vuelo”. Ya no. Gracias a ellos ya no se vale, ya no se cree, en el obsoleto pensamiento que tenía por incompatible a nuestro fútbol caribeño con el rigor del fútbol europeo. Gracias a ellos ese fútbol de canchas perfectas, de técnica supersónica, de respeto en los estadios, ese fútbol inalcanzable, se nos muestra ahora más próximo y familiar. Gracias a ellos podemos apropiárnoslo, aprender de él, fijarnos como objetivo incorporar en nuestro fútbol sus virtudes, su organización, su lógica.
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Así que pase lo que pase en las próximas dos semanas, podemos decir que el fútbol nos sonríe. Que algún guionista de cine, en algún lugar, debería estar pensando en escribir la historia del cucuteño introvertido, al que se le traban las palabras, que se ganó a pulso la 10 del Madrid; o la del samario imposible que salió del olvido para capitanear al más grande equipo chico de Europa; o la del bailarín de mapalé que se hizo futbolista y ahora es el puñal derecho de la imperial Juventus. Así que no le de vergüenza, no se achique: permítase decir que somos los mejores, que La Champions es Colombia.
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