Santa Fe: suicidarse tres veces

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Santa Fe desplegó todo su amor propio. Se cayó y se levantó, se cayó y se levantó. Pero se equivocó tanto, que terminó muriendo. 2-3. 

 

Hay que decirlo, en la Libertadores los errores se pagan caro. Y entonces Santa Fe, que entiende el fútbol como el juego en el que gana el equipo que cometa menos errores, se disparó dos veces en el pie: primero Moya y Urrego con un monumento a la torpeza, y luego el equipo entero, que sin haber terminado de celebrar el empate – ¡los bailes, ay los bailes en el fútbol!- ya perdía 2-1.

 

Ir a Brasil no es fácil, eso es una obviedad. Y este Santos, aunque no para de la silla, es un equipo grande ( otra obviedad). Por eso hoy al hincha santafereño se le atragantó la cerveza. Porque su equipo está en mala hora, tambalea en liga, sufre siempre, sufre de más. Porque el santafereño, a pesar de que espera que su equipo juegue mejor al fútbol, a pesar de que sabe que Stracqualursi se ve muy solo arriba, muy huérfano, que el equipo no viaja junto, que le cuesta sangre el volumen ofensivo, confía. Confía en que su equipo sabe jugar la copa. Confía en que su equipo no se achica, que no se equivoca, que ya no se asusta ni en Brasil, ni en Argentina, ni en la China. Que juega siempre de igual a igual.

 

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Y así fue en Brasil. Y así fue contra el gran Santos. Santa Fe llevó su plan, no achicó nunca, desoyó al estadio, se plantó como se debe plantar un equipo que se sabe grande. Roa volvió a ser el Roa meteórico que mete miedo. Baldomero Perlaza, de 5, dio un baño de despliegue y calidad. Salazar, esta vez de de mixto, estuvo a la altura. ‘Straqua’, como siempre, se fajó con los centrales, laburó, laburó, laburó. Gómez y Arango, rebeldes, arrojados, jugaron con un puñal en la mano. ¿Equipo brillante? No, para nada. Pero sí equipo fuerte, sin complejos, bañado en amor propio.

 

Y entonces, ¿por qué las manos vacías, por qué el tercer puesto? Pues porque en copa equivocarse cuesta sangre, y hoy Santa Fe se equivocó tres veces, contra Santos, en Brasil. Hoy equivocarse fue morirse.

 

Antes de irse: Se vale creerse el cuento. 

 

 

Foto:

Futbolred

 

 

 


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