NOTA: La opinión de sus columnistas no refleja necesariamente la opinión de Hablaelbalón.
Es un momento feliz para Millos. El proyecto Russo ha sido la mejor apuesta en años; rompió el récord de puntos en su historia en torneos cortos; salió campeón contra Santa Fe y el año que viene estará de vuelta en la Copa Libertadores. Todo esto lo cosechó un equipo que remó junto, sin disidencias, abrazado a la idea de su DT con entrega y profesionalismo.
En la construcción de este proceso hay un nombre que ha sido fundamental. Mucho más importante de lo que la mayoría presume: Andrés Cadavid, segundo central, capitán del equipo y soldado de mil batallas en el fútbol colombiano se ha convertido en el corazón de Millonarios. Por motivos futbolísticos, emotivos e institucionales, el club debe valorarlo en su medida. Su continuidad, como lo fue la de Russo, debe ser una prioridad.
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Andrés no nació en Bogotá. Es paisa. Jugó en siete equipos antes de llegar a Millos en el 2013. Con seguridad no es hincha de cuna del club. Lo lindo es que verlo jugar y sufrir como nadie por la suerte del equipo transmite la sensación de ser más azul que Alfonso Senior. Su compromiso, primero con la profesión y después con el equipo, es conmovedor.
Sus goles importantes, su gallardía y sus palabras segundos después de quedar eliminado en la semifinal contra Nacional en el torneo pasado calaron hondo en el hincha. Cadavid sobrecogido y bañado en sudor, mirando a la cámara y en su golpeado acento paisa, dijo: “impotencia, jueputa vida, teníamos muy buen equipo, muchas ganas de salir campeones con esta camiseta”. El Mundo Millos se conmovió con él.
En la cancha, aparte del juego aéreo en las dos áreas, no hay un registro en el que Cadavid sea notable. Comete muchas faltas innecesarias, no tiene el buen pie de Piqué, ni la velocidad de Varane, pero nadie en Colombia demuestra más ganas de querer ser el mejor central del mundo. Su compromiso innegociable con el equipo, su condición de líder, su estridencia y su magnetismo logran maquillar gran parte de sus carencias técnicas. Siempre está a tope, concentrado, decidido. Al final, haciendo cuentas y sin negar sus defectos, termina siendo un muy buen central para nuestro fútbol. Ser mucho más de lo que exhibe en la vitrina es su mayor mérito.
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Con profesionales de este perfil un club gana autoestima, construye identidad y esperanza. Su presencia da la sensación, así sea efímera, de que los jugadores no son solo trabajadores que saltan de club en club con la intención de ganarse la vida, sino que los colores que defienden se convierten en su segunda piel, en un traje que no se quitan ni para dormir.
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El caso de Cadavid también es lindo porque deja en evidencia la indómita ignorancia y la violencia con la que los radicales de toda la vida segregan en El Campín a los colombianos que no nacieron en Bogotá. Para algunos, ser capitalino es en sí mismo una virtud y supone una condición de superioridad. “Hijueputas paisas provincianos” es una de las frases de cabecera del hincha de estadio de Millonarios. Si usted es de esos, la próxima vez que lo vaya a hacer, mire a la cancha y revise quién es el capitán. El corazón de este club y del proyecto Russo es un antioqueño de pura cepa. El caso Cadavid sirve, entre tantas otras cosas, para levantarle la falda a esa ridícula contradicción.
Hoy, y más que nunca –qué golazo el de ayer, carajo!– Cadavid es el corazón de Millonarios.
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