Millonarios volvió a ser un equipo digno, ambicioso y competente. Le pegó en el palo. Y por los malditos penaltis, le dijo no más a la Copa.
Para buscar la clasificación, para seguir siendo transmitido por Fox, Millonarios no cambió de módulo. Plantó el mismo 4-3-3 que usó en el partido de ida. El único cambio, obligado, fue la inclusión de Harrison Henao por ‘Carachito’ Domínguez. Con Henao de equilibrio, Russo soltó a Rojas y Jhon Duque, que completaron el triángulo. El dispositivo en ataque se mantuvo con Quiñones y Maxi de extremos, ampliando la cancha; y con Del Valle de punta.
Autori, como era de esperarse, trajo a Bogotá un equipo compacto, solidario, cuidadoso de cada inhalación y exhalación. Lo que en el papel fue un 4-2-3-1, fue en realidad un férreo 4-4-2. Las novedades del visitante fueron Nikao, que apareció como volante izquierdo, y Carlos Alberto, que acompañó a Grafite en punta. Afuera el número 10 Felipe Gedoz, y Crysan.
El partido, aunque en los primeros minutos fue extrañamente abierto ( al minuto dos Vikonis dio la primera salvada monumental), luego siguió el guión que todos esperábamos. Millonarios puso el nervio, buscó hacer grande y ancho el Campín y ganándose la pelota, bombardeó de centros al Paranaense.Y los brasileros, cautelosos, buscaron el juego directo, la individualidad de sus atacantes y la fortaleza de Grafite.
Millos fue desde el vamos un equipo esquemático, sin mucha imaginación, pero ambicioso y arriesgado. Con sus dos laterales altos, con Henry Rojas de lanzador, con Duque intermitentemente rompiendo líneas y con Maxi Nuñez prendido en fuego, logró mandar en el partido. Fue un equipo con volumen en ataque y con ritmo, pero falto de serenidad y genio en el último cuarto. Por eso no logró inquietar. El llamado a los camerinos llegó con Millonarios inclinando la cancha y con el Paranaense con la lengua afuera, transpirando para no fisurarse.
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Para el segundo tiempo, aunque también al minuto 2’ Carlos Alberto enmudeció al Campín con un balón que se confundió con gol, brevemente el local puso las cosas en su sitio. Al notar el cansancio en el visitante, exacerbó su ambición, creció, se sintió grande.
Nuñez, el pulmón ofensivo de este Millonarios, recibió la instrucción de retrasarse para ser él el conductor del equipo. Y entonces se terminó de echar a Millonarios al hombro. Una y otra vez, con el balón pegadito a los pies, el argentino anunció que algo estaba por pasar. Henry Rojas, dinámico, continuó siendo su socio. ¿Qué faltaba? El ingenio, lo impredecible, lo milagroso.
Que llegó, al minuto 60’, gracias a Jhon Duque, la nueva joya de Millonarios. El volante de 22 años, con la rebeldía de los diferentes, enganchó entrando al área y con la izquierda la clavó en el segundo palo. El tiempo se detuvo para él, que le hizo creer a la hinchada más fiel del país que el fútbol es justo.
Y Russo, comprendiendo el momento del partido, lo dejó todo para ganarlo. Siguiendo su guión, buscando desequilibrar con los extremos acompañados de los dos interiores, la orden fue de todo o nada. Para el último tramo, mandó a Duque de equilibrio (como en Brasil) e ingresó a Barreto, para ser socio de Maxi y de Rojas. También ingresó a Mosquera, por un cansado Quiñones, para cerrar el partido a puro vértigo.
Los cambios funcionaron y Millonarios cerró el partido con la clasificación en el entrecejo, pagándole la boleta a los hinchas. Con el único pecado de no lograr ser fuerte con su nueve de área, con el único pecado de no hacer el segundo gol. Pitazo final. Penales.
Pedro Franco y Maxi Nuñez (la gran figura, qué canalla es el fútbol) se comieron la gloria. El Paranaense no falló. Millonarios compitió, salió aplaudido, el proyecto de Russo ilusiona a la gente. Jhon Fredy Duque la va a romper. Pero no pudo ser… Los penaltis, los malditos penaltis.
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as.com