Un interesante 0 0 entre dos equipos que disfrutan de la pelota, deja la llave muy abierta. Todo se definirá en Barranquilla.
El Tolima, para defender el invicto que tiene como local en Copa desde 2012, plantó un arrojado 4-4-1-1: Mosquera y Torrijano como centrales, Girlado y Banguero como laterales; de volantes de marca Gómez y Paz; Obrien y Quiñones como extremos, Armando Vargas de armador y el paraguayo Quijano como nueve de área.
El equipo de Gamero quiso desde bien temprano imponerse en el partido y desde el vamos fue pura intensidad y vértigo. Con el balón, Paz se hacía cerca de los centrales siendo el primer puente, el panameño Gómez se soltaba, se descolgaban los laterales, Vargas era el socio por la mitad y en las bandas Obrien y Quiñones, dos culebras, eran la fórmula para buscar el desequilibrio.
El Tolima tuvo como premisa atacar con intensidad y con volumen. Para eso, alternó a Gómez y a Paz en el equilibrio y buscó pisar el área del Junior con cinco hombres. El local logró plasmar en la cancha su idea y efectivamente atacó con vértigo y viajando junto, usando todas sus variantes ofensivas.
La banda feliz fue la banda derecha, donde el tándem Giraldo-Obrien transpiró desequilibrio. Si no logró romper el silencio del marcador, fue porque a Obrien –y también a Quiñones- les hace falta correr menos y pensar más. Son pura potencia y cambio de ritmo, pero en el último cuarto, a la hora de la verdad, se precipitan. Deben madurar. También porque el equipo se excedió en su juego por las bandas, dejando huérfano a Armando Vargas; cuando encontraron al ’10’ en los últimos metros, dos veces, el grito de gol subió hasta la garganta.
El Junior, por su parte, plantó un 4-2-2-2 recatado. Balanta y Pérez de centrales, Veléz y Gutiérrez de laterales; James Sánchez y Serje de contención; Toloza de extremo por derecha, Vladimir por izquierda; Sebastián Hernández de cerebro y como nueve de área Obelar.
Fue un equipo muy organizado para defender pero bloqueado para atacar. Con un James Sánchez tímido en el primer tiempo, la elaboración se hizo plana y la propuesta se basó en buscar el cuerpo a cuerpo de Toloza, Vladimir Hernández y Obelar. Ninguno desequilibró. Sebastián Hernández, que suda calidad, fue un faro intermitente que no influyó en el juego. El equipo de Giovanni Hernández se fue en ceros al camerino porque se mantuvo compacto, porque Viera es una muralla y porque Balanta, rapidísimo e intuitivo para cerrar, estuvo fenomenal.
Para el segundo tiempo, como era de esperarse, el Tolima no logró mantener la intensidad. Y gracias a que su pulsión ofensiva se mantuvo se hizo un equipo largo, tanto para defender como para atacar. A Gabriel Gómez le cayó el cansancio encima y falló como primer cerebro del equipo, abusó del pelotazo sin precisión. Balanta y Pérez siguieron comiéndole los talones a Aquino, que no jugó cómodo ni un segundo.
De a poco el Junior se empezó a sentir a gusto en Ibagué, aprovechó los vacíos del Tolima y sacó petróleo de la picardía de Vladimir Hernández. Además, soltó a James Sánchez para buscar la lucidez en el último cuarto que hasta el momento no aparecía. Sin ser un equipo brillante, espabiló, inclinó la cancha y sin elaboración pero con vértigo alarmó el sistema nervioso del local. Al minuto 70′, cuando mejor jugaba y empezaba a soñar con profanar el Murillo Toro, extrañamente, Viera vio la tarjeta roja por demorar el juego y luego protestar excesivamente.
Con diez hombres, Giovanni Hernández sacó a Obelar y a Vladimir Hernández. Gamero respondió con tres cambios ofensivos y el partido volvió a venírsele encima al visitante. Así es el fútbol.
Al final, porque a Tolima le faltó creatividad en el último cuarto y porque Junior cerró un partido compacto de comienzo a fin, la llave quedó muy abierta. Se definirá en Barranquilla.
Foto: futbolred.com