El clásico paisa de este fin de semana fue por muchas cosas un ejemplo que no podemos dejar pasar por alto. Primero, y menos importante, fue un partidazo de fútbol. Como lo comentamos en nuestra crónica del partido, fue un homenaje al fútbol de ataque: dos equipos que pensaron los 90 minutos en el arco rival y que ofrecieron un juego rico y vibrante. Pero más lindo que eso fue lo segundo, lo que ocurrió en las gradas. La alcaldía de Medellín y los dos clubes de la ciudad dieron un ejemplo de construcción de paz y dejaron claro que con ideas y acciones concretas se puede —¡y se debe!— hacer una pedagogía efectiva que suba la asistencia a los estadios, margine a los violentos y le haga entender a los aficionados, de una vez por todas, que el hincha del otro equipo no es un enemigo.
La alcaldía de Medellin junto a los equipos diseñaron una iniciativa de cultura ciudadana y paz que presentaron el jueves pasado con un evento en la Institución Educativa Rosalía Suárez. La idea fue que a través de distintos eventos se preparara una atmósfera de cordialidad entre los hinchas de Medellín y Nacional previo al clásico número 297.
El evento más ingenioso fue lo que se llamó “El clásico más largo de la historia”, un cotejo entre personas cercanas a los dos clubes que duró 24 horas. El “gran partido” fue la suma de 24 partidos en los que participaron 720 jugadores y que terminó ganando Nacional 53 a 52. Realmente una maravilla.
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El domingo, antes del partido, los integrantes de la banda de rock Tres Corazones se presentaron con las camisetas de Nacional y Medellín. Con su música ambientaron un clásico con una carga especial; lleno de símbolos y cultura ciudadana. Luego, al final del partido, vimos fotos en redes sociales de varios hinchas, rojos y verdes, mezclados en la misma tribuna. Juntos, sin más, disfrutando de un buen partido de fútbol. Como debería ser todos los fines de semana.
Al final, la iniciativa de la alcaldía fue un éxito total, los ciudadanos respondieron y los jugadores, con un partido de altísimo nivel, terminaron de sacarle brillo al clásico. Lo menos que podemos hacer en Bogotá —y en Medellín, Cali, Barranquilla, en todas partes— es sacarnos el sombrero y aplaudir lo que hicieron los paisas. Y, después, seguir el ejemplo. No con eslóganes de medio pelo y declaraciones inoficiosas, pues ya está suficientemente demostrado que eso no sirve para nada. La cultura ciudadana en el fútbol se construye con acciones concretas, serias y pensadas, con voluntad política.
Ya es hora de que un hincha de Nacional pueda sentarse tranquilo en el Campín, con su camiseta y su lechona en mano, sin ser insultado. Ya es hora de que vuelva el público visitante, porque como dicen una fiesta sin invitados no es fiesta. El fútbol debe volver a ser un evento que estimule a la familia y no al violento, que a través de él hace catarsis con sus problemas.
Bravo a Medellín, a su alcalde, a los equipos y a los aficionados. Tienen la autoridad moral para liderar esta cruzada en contra de la violencia en el fútbol. Esperamos que las otras ciudades grandes del país les sigan el paso.
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Foto: futbolred.com