Gamero obró su último milagro: eliminó al Nacional todopoderoso. Al grueso de la hinchada del campeón no le gusta Lillo. No lo aguanta, no le pasa una. Con la eliminación la gente explotó. Consideran el proyecto como un paso atrás. La asistencia al estadio ha caído muchísimo. El hincha promedio acostumbró su paladar a la fina dieta del éxito inmediato. Categórico. Sin matices ni disculpas. Siendo campeón de todo menos del mundo, en Nacional nadie permite un respiro y las nuevas ideas son miradas con sospecha.
Lo que agrava el ambiente es que el divorcio no es solo entre el entrenador y la afición, la fractura es entre el club y la gente. El mundo Nacional está dividido. El presidente Botero salió a respaldar a Lillo minutos después de la eliminación. Y lo de los jugadores es demoledor. No se recuerda en el siglo XXI un respaldo tan contundente en el fútbol colombiano de los jugadores a un entrenador en horas bajas. Armani, Macnelly y Henríquez, como capitanes y voceros del equipo, le pusieron el pecho a las balas y dijeron estar “encantados y enamorados del trabajo de Lillo”.
Armani dijo que se siente trabajando en Europa todos los días. Henríquez, el capitán, con tono retador le dijo a los periodistas que si ellos no entendían el mensaje de Lillo era problema de ellos. En conclusión, el presidente y los capitanes cerraron filas. Respaldan a un entrenador que no gusta en la hinchada. La situación no es sencilla.
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En nuestra opinión la hinchada se equivoca. La gente de Nacional debe acompañar este proceso. Darle las llaves del club a Lillo es una oportunidad para llevar a Nacional a un estadio superior.
Si Botero le quiere dar pan al pueblo y despedir al español, con el presupuesto que tiene, Nacional puede traer a un entrenador muy capacitado. ¿Suárez? ¿Russo? ¿Costas? Piense en el apellido que más le guste. Podrá también, como en estos años, seducir con jugosos contratos a los mejores jugadores de la Liga. ¿Borja? ¿Jhon Duque? ¿Montoya? Lo normal sería que de los próximos cinco semestres sea campeón en tres. Y así. Vendrán Ligas, Copas Águila y Supercopas. Poco a poco, el hincha se irá acomodando a una espiral ‘exitosa’. Repetida. Cíclica y segura. El que venga tendrá que ganar. Ganar siempre y a toda costa. Al que se desvíe un poco se le advertirá: “¿recuerda por qué se fue Lillo?”.
Pasa que la búsqueda de la grandeza de Nacional debe ir mucho más allá de los títulos. La directiva no trajo a Lillo ‘solo’ para ganar. Se trata de un esfuerzo por dar un paso más y dotar al club de un fútbol más elevado. Apreciado y reconocible. Se trata de agradar para ganar. Para despertar admiración y envidia. Como dice Bielsa: “no me quieras porque gané, necesito que me quieras para ganar“. El problema es que eso toma tiempo. El pensamiento de Lillo y su cuerpo técnico necesita de un clima especial para desarrollarse. Para convencer a los jugadores y cambiar varios de sus hábitos en la cancha y en los entrenamientos. De cierto modo, se trata de resetear a jugadores profesionales. Multicampeones. Eso es muy difícil.
El mejor ejemplo está en Inglaterra con el Manchester City. El equipo de Guardiola, después de una temporada decepcionante, lleva 19 victorias seguidas, firmando el mejor inicio en la historia de la Premier, rompiendo récords de victorias, goles y pases en campo contrario. Sus hinchas nunca se sintieron tan orgullosos de su equipo. El City está cuestionando la bandera de la Premier: la competitividad. El ‘cualquier equipo pierde con cualquiera‘. Lo que une a Nacional y al Manchester City, a Guardiola y Lillo, discípulo y maestro, es que las ideas y el pensamiento de su fútbol necesitan de una etapa de aprendizaje. Los jugadores y el club deben estar dispuestos a someterse a una revolución conceptual. Era imposible que el City jugara como lo está haciendo en la temporada pasada. En el fútbol nada es gratis. Todo cuesta: en este caso, un año de ‘fracaso’ para Pep.
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El fútbol del juego de posesión tiene metodologías, ideas y mensajes muy distintos a los corrientes. Para Macnelly, Dayro, Aldo Leao y compañía, las ideas de Lillo son una novedad. Si la directiva tiene el valor de sostenerlo, Nacional puede en unos años dar un salto cualitativo de verdad. Con tiempo para trabajar, dos o tres años, haciendo de su pensamiento un manual transversal a toda la estructura del club, permeando las categorías juveniles y aprovechando su presupuesto imperial y su infraestructura, el Nacional de Lillo podría convertirse en una referencia continental. En un modelo replicable y admirado.
De eso se trata el siguiente paso. “El llevar las cosas a otro nivel”. Sus hinchas deben aspirar a la verdadera grandeza. El éxito por el éxito aburguesa el espíritu. Nacional está para liderar una época.
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