Los primeros intentos por tener una competición paralela a la liga regular se remontan a la década de los 50´s y 80´s. Pero nunca se logró consolidar una tradición que le diera peso propio a la competición, como sí lo han hecho la FA Cup y la Copa del Rey en Inglaterra y España. La actual Copa Colombia es un intento noble; inició en el 2008 con el nombre de Copa Postobón y cambió a Copa Águila en el 2015. Es noble porque el esfuerzo es mucho mayor que la retribución. Sin embargo, sin un torneo de reservas serio y sin espacios organizados de promoción de juveniles, su consolidación es un mandato. Más que el cupo a torneos internacionales, su razón de ser es abrirle un espacio de fogueo a los jóvenes talentos.
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Ahora bien, podemos estar todos de acuerdo en que es un proyecto necesario y que debe contar con el compromiso de todos los clubes. Pero hoy por hoy es una empresa muy difícil. Su comunicación es poco atractiva; la publicación de los horarios es desprolija; y la asistencia a los estadios es lamentable. Seguramente, estos y otros problemas se explican por cuestiones estructurales y culturales del fútbol nacional. La Copa no tiene tradición y, aparte de los grandes, la asistencia a los estadios es baja. Los problemas institucionales son crónicos y de vieja monta. No obstante, incluso así, hay muchas cosas mejorables que no requieren de un despliegue descomunal.
Para avanzar en esa dirección se tomó una decisión importante para la presente edición: el campeón tendrá cupo a Copa Libertadores. Un esfuerzo como ese le da otro vuelo a la competición y estimula a los clubes a tomarla con más seriedad. Casualidad o no, esta nueva medida coincide con unos cuartos de final espectaculares. Están los siete grandes del fútbol colombiano (Millonarios, Santa Fe, Cali, América, Nacional, Medellín y Junior) y Patriotas que no querrá ser menos que nadie. Esta edición, comparada con la de hace un año, subió dos escalones en nivel y en interés. Una muestra concreta de que se puede ir sembrando para el futuro.
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La invitación es entonces a arropar y consentir a la Copa. Tener un cupo directo a la Libertadores no es un premio menor. El esfuerzo debe ser colectivo. Los hinchas deben verla por TV, ir más al estadio y tener la paciencia que cualquier niño en proceso de crecimiento merece y necesita para consolidarse. Los clubes deben bajar los precios de la boletería y estimular a sus aficiones con descuentos, combos y paquetes atractivos. Y por último, la Dimayor debe seguir sobre ese sendero. El cupo a Libertadores no debe ser lo único, hay que convertir la Copa en una competición de primer nivel. En una que de verdad valga la pena.
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Foto: futbolred.com