¿Por qué el Bayern despide a un entrenador de la talla de Ancelotti con apenas diez partidos en su segundo año? ¿Afectará a James? Le contamos las claves.
La autoridad con la que ganó el PSG en el Parque de los Príncipes obligó a la junta del Bayern a citar una reunión extraordinaria. Sabemos que este club no espera a nadie. Que su historia reciente no ha tenido clemencia con los entrenadores que se alejen un centímetro de la excelencia. Pero es sorpresiva la poca paciencia con un entrenador tricampeón de la Champions League y que ha pasado por casi todos los equipos más grandes del mundo. Si fue una decisión acertada o no lo sabremos en los próximos meses. En donde si podemos meter el cuchillo y cortar delgado es en el contexto y los motivos futbolísticos que provocaron esta decisión.
El mundo Bayern es implacable con los entrenadores. Llámense como se llamen. En abril del 2009 despidió a Jürgen Klinsmann después de una mala temporada en la que el Wolsfburgo se llevó la Bundesliga. Luego, en abril del 2011, fulminaron a Van Gaal que no pudo con el gran Dortmund de Klopp. En diciembre del 2012 sentenciaron a Heynckes al llegar a un acuerdo con Guardiola. El error de cálculo fue tener que despedir en junio a un entrenador que ganó el único triplete de la historia del club. Algo difícil de explicar. Pep duró tres años y se quiso ir al Manchester City. Lo reemplazó Carletto y quince meses después le cortaron la cabeza. Su salida tiene tres claves: los refuerzos (James), el juego del equipo y el partido del PSG.
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Refuerzos
La temporada pasada terminó con una escena emocionante: la retirada de Lahm y Xabi Alonso en el 4-1 contra el Friburgo. El Allianz supo despedir a dos señores que le pertenecen más al fútbol que al Bayern, pero reemplazarlos debía ser el mayor reto de la ventana de fichajes.
Ancelotti subestimó el vacío de estos jugadores. Se decidió por Kimmich para reemplazar a Lahm y fichó a Tolisso para reforzar el medio. También trajo a James, recuperó a Coman y fichó a Süle y Rudy. Después de sopesar lo que se perdió y lo que se ganó en el verano, el primero en alzar la voz fue Lewandowski: “El Bayern debe inventarse algo para traer a más jugadores de clase mundial. A día de hoy el Bayern no ha gastado más de 40 millones en un jugador y esa cifra está más cerca del promedio que de la parte alta”. Rummenigge lo desautorizó inmediatamente.
El goleador pudo romper códigos y ser mal compañero con los nuevos jugadores. Pero era el pensamiento del puñado de jugadores que conforman la espina dorsal del equipo. Este año llegó un clase mundial como James y otros buenos prospectos, pero salieron dos banderas del equipo y un gran suplente como Douglas Costa. Sin duda se perdió más de lo que se ganó.
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Y, ¿James?
Su incorporación era en teoría el plan de Ancelotti para darle más pólvora al ataque. Thiago Alcántara jugó todo el año pasado como mediapunta detrás de Lewandowski. Tuvo una gran temporada, pero James tiene mucho más gol, tiene mejor último pase y una pegada que Thiago nunca tendrá.
Pero la lesión muscular de James y las rotaciones de Ancelotti no permitieron darle al 11 los galones que presumimos iba a tener. Ahora se va su padrino. El entrenador que ha sacado la mejor versión de James. ¿Qué viene? Difícil pronosticarlo. Desde mañana asumirá el equipo Willy Sagnol como entrenador interino. Sin saber si será por unas semanas mientras se busca a alguien o si lo hará hasta final de temporada, hay algo que está a favor de James: en lo poco que ha jugado tuvo buen rendimiento, y no pertenece al grupo de jugadores como Robben, Müller y Ribery que ya acumulan un desgaste en el mundo Bayern.
James representa la renovación, nuevos argumentos y soluciones, por sus características es un jugador único en la plantilla. Teóricamente todos los jugadores parten de 0 con un nuevo entrenador. Pero James tiene todo por demostrar. Tiene intacto el crédito que respalda su fichaje. Veremos si Sagnol o el que venga le de las llaves de la creación del equipo.
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Juego
La temporada pasada fue de menos a más. El Leipzig le discutió la punta de la Bundesliga en el primer tercio, terminó de segundo en la fase de grupos de la Champions y hasta febrero empezamos a ver la mejor versión de su 4-2-3-1. En el Bernabéu, hasta la expulsión de Vidal, por los cuartos de la Champions vimos a un Bayern imperial. Con nivel de campeón de Europa. Pero las señales de excelencia de la era Ancelotti fueron la excepción.
La sombra de Guardiola es larga y recién aparece. El actual del entrenador del City se fue a Inglaterra rechazando una oferta de renovación del Bayern. Los diarios sensacionalistas y miles de tuiteros y periodistas que no simpatizan con el entrenador trataron de dejar la sensación de que su paso por el Bayern fue un fracaso. Esa idea caló en mucha gente, pero no en los directivos del Bayern. Ellos estaban encantados con lo que Pep hizo en trabajo, metodología e identidad de juego.
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Cuatro meses después de que Carletto asumiera el equipo, Rummenigge, el presidente del club, dijo “nunca jugamos tan bien como con Guardiola. Siempre tuvimos éxito, pero rara vez contamos con tanta belleza. Bajo el mando de Pep de repente todos nos han admirado“. Guardiola no ganó la Champions pero dejó el listón del juego muy alto. El Bayern sometió en el juego a sus rivales durante tres años, jugó un fútbol hiperofensivo y la excelencia era la regla.
Ancelotti tuvo que asumir el equipo con esa imagen. Su promesa era ganar la Champions para olvidar a su antecesor. Pero después de 60 partidos (41 victorias, 9 derrotas y 9 empates) con 150 goles a favor y 50 en contra, es claro que la excelencia en el juego —ya no solo en el resultado— que se le exige al Bayern no fue la regla de su trabajo.
Partido PSG
Esta goleada fue el gatillo que lo sentenció. La superioridad del PSG fue notable. Terminamos con la sensación de que el nivel de este Bayern no daba para ganar el torneo. Pero más que el juego su condena fue la alineación. Sentó a Boateng, Hummels (los centrales titulares), Robben y Ribery. ¡Una revolución!
La decisión debió caer muy mal en el vestuario y en la directiva. Prescindir de tanto peso pesado fue temerario. Sobre todo porque el Bayern fue incapaz de herir por por las bandas (capacidad de extremos) y sufrió mucho en el retroceso defendiendo las diagonales de afuera para adentro ( los centrales). Y fue el mismo Carletto el encargado de ponerse la soga al cuello. Después del partido, pudiendo apelar a la serenidad y sensatez que lo caracteriza, dijo: “no me arrepiento de la alineación. La volvería a repetir”. Ya no daba para más.
Arrivederci Carletto…
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Foto: goal.com