El resultadismo en el fútbol NO existe

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Desde hace tiempo el periodismo creó un debate entre resultadistas y puristas. Pero los apóstoles del “ganar como sea” caminan sobre un piso invisible. El tal resultadismo no existe.

 

Dicen que ellos quieren ganar, ondean la bandera del triunfo, confunden el fin con el medio y están convencidos de que “ganar” es un método en sí mismo. A los otros, a los Guardiola y los Sampaoli, a los Bielsa, los llaman verseros y filósofos. Tal es su pobreza conceptual que usan la palabra “filósofo” de forma peyorativa. En su universo, aquellos que se toman el tiempo para hacerse preguntas sin cesar sobre el juego son ‘vendehumo’. Pero no, los ‘vendehumo’ son ellos.

 

Los —mal llamados— resultadistas miran a los demás con un desprecio que resulta risible. Creen que en el edifcio de la moral ellos habitan varios pisos por encima, pues están convencidos que su ley de vida, ganar como sea, es un pensamiento elevadísimo, la conquista más deseable que puede alcanzar un futbolero. Lo cierto es que viven sumergidos en un debate autista. En un debate sin interlocutor adverso. No se han dado cuenta que su filosofía no es ni más ni menos que una obviedad del tamaño del Camp Nou.

 

El tipo de entrenador al que ellos desprecian, si se observa con fría y rigurosa objetividad, también persigue obsesivamente el triunfo. ¿No creen que los Sampaoli y compañía dedican cientos de horas a ver videos, preparar partidos, entrenar y conversar con sus dirigidos con el objetivo principal de aumentar las posibilidades de que su equipo gane? Cuando Bielsa vio dos veces todos los partidos que había jugado el Athletic de Bilbao en la temporada directamente anterior a su llegada, ¿para qué sería? Tal vez para acercarse al triunfo, ¿no? TODOS los entrenadores de élite son resultadistas. Todos.

 

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Simeone y Guardiola sienten y viven el juego desde orillas opuestas, pero son igual de metódicos, trabajadores y obsesionados por la victoria. El resultadismo no es ningún debate ni ninguna escuela. Es una obviedad disfrazada con vestido de lino.

 

Aquellos que se hacen llamar resultadistas son unos encantadores de serpientes. Como el pastor que trafica almas, ellos trafican con un producto que no tiene valor en sí mismo. Es algo así como si un enfermo va al médico preguntando por una solución para su grave enfermedad y este le dice que “la cura es vivir”. O como si un estudiante le preguntara a su profesor de administración sobre cómo hacerse millonario y que la respuesta fuera un contundente: “ganando plata”. Los resultadistas han hecho de una obviedad una bandera. Y eso ha sido supremamente nocivo para el fútbol.

 

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Le han hecho creer a mucha gente que el resultado no es una consecuencia del juego. Han logrado que muchas personas desprecien el camino que se necesita recorrer para construir un equipo ganador —que es, por mucho, lo más complejo de este deporte—. Lo contradictorio es que cuando el resultadista pierde se queda con las manos vacías. ¿Qué le queda a alguien que ha despreciado el proceso el día que pierda? ¿A qué se agarra? Se trata de un discurso esencialmente hipócrita.

 

Los verdaderos ‘vendehumo’ son ellos. Dialécticamente son unos estafadores. Crearon un debate inexistente para decirnos con la copa en mano, después de haber dado la vuelta olímpica, que ellos tenían razón. Estoy convencido de que ese ganar como sea es el mensaje más perverso del deporte moderno. Es destructivo e hipócrita. Para no ir más lejos, Bilardo, el mesías del resultadismo en nuestro continente, ganó SOLO dos títulos en 40 años como entrenador. Paradojas de la vida. O del tal resultadismo.

 

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Foto: eldiario24.com


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