La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Los futbolistas no tienen la obligación de ser el modelo a seguir de nadie. Son nuestros ídolos, sí, pero sobre todo son gente de carne y hueso, llena de ambiciones y perversiones, que casi siempre la termina cagando. Por eso lo del ‘Chicho’ Serna no sorprende a nadie. Su investigación por lavado de activos –viuda de narcotraficante incluida– es una gota más en un vaso que no acaba de rebasarse.
Higuita terminó encanado por haber servido de intermediario en un secuestro. Y eso, sin contar sus cuestionables amistades (¿Será que René y el Chicho parchaban con la señora viuda de Escobar?). El ‘Tino’ Asprilla, por su lado, es el campeón de la fiesta y el escándalo; famosa es la apreciación de que Fausto no fue el mejor jugador del mundo porque no quiso… mejor dicho, porque prefirió la farra. Rincón también estuvo en la guandoca por temas de tráfico de drogas.
En fin. La lista es larga. La generación dorada de los años 90, por regla general, se divide en tres oficios: criminal, remedo de comentarista deportivo y protagonista de comerciales de Frutiño. Creo que hay razones de sobra para pensar que los jugadores de fútbol no deberían ser el modelo a seguir para niños y niñas.
Claro, las marcas de ropa y las entidades promotoras del deporte quieren hacernos creer lo contrario. Y, a decir verdad, esta generación nos ha regalado ídolos más estimulantes y mucho menos escandalosos que sus predecesores.
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Mientras que Fausto la embarra cada vez que opina, Jamesito sufre para hilar tres palabras seguidas… y derrite a medio mundo con su ternura. Mientras que Asprilla tenía enamoradas en Tuluá, Parma y New Castle, Falcao es todo un San José, padre de familia cristiana. Mientras que el ‘Pibe’ armó un bororó tremendo cuando le mostró un billete de cincuenta a un árbitro, Teo Gutiérrez… carajo, mejor paremos ahí.
El punto está en que son menos escandalosos, lo cual sirve divinamente a los intereses de sus marcas patrocinadoras, pero eso no quiere decir que sean un perfecto ejemplo a seguir. Falcao robó al fisco en España; Armero le pegó a su señora; Teo ‘icardió’ a un compañero y se las dio de pistolero; James es una diva; Cardona hace el oso cada vez que estornuda; y Juanfer es reguetonero.
Podríamos seguir. Es decir, la lista es igual de larga. La vida de los futbolistas es igual de cuestionable. Y la moral de los colombianos sigue igual de embolatada. Es normal que los futbolistas lleven una vida escandalosa y a mí, la verdad, me importa una higa lo que hagan fuera de la cancha. Eso es lo que debemos dejarle claro a los niños y niñas.
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¿Deberían ser ejemplos a seguir? La respuesta es sí, claro, como los profesionales que son, no como modelos de valores. Díganle a sus primitos “mire como cabecea Falcao” y ellos, si son inteligentes, tendrán que entender que para ser como el ‘Tigre’ no necesitan robar al fisco.