Hablaelbalón https://hablaelbalon.com Un cambio de frente Fri, 19 Jun 2020 15:01:24 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.4.2 https://hablaelbalon.com/wp-content/uploads/2019/03/cropped-Icono-HB-Pentagono-700x700-32x32.png Hablaelbalón https://hablaelbalon.com 32 32 El fútbol cabe en una cerveza https://hablaelbalon.com/mas-historias/el-futbol-cabe-en-una-cerveza https://hablaelbalon.com/mas-historias/el-futbol-cabe-en-una-cerveza#respond Tue, 16 Jun 2020 20:41:08 +0000 https://hablaelbalon.com/?p=39783 ¿El fútbol cabe en una cerveza? Lea y decida. Yo puedo decir que soy malo jugando fútbol, pero un malo comprometido. Aunque a primera vista parezca bueno, si vieran con quién compito por el puesto de titular en la lateral derecha se darían cuenta lo malo que soy; él es terrible y aun así no […]

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¿El fútbol cabe en una cerveza? Lea y decida.

Yo puedo decir que soy malo jugando fútbol, pero un malo comprometido. Aunque a primera vista parezca bueno, si vieran con quién compito por el puesto de titular en la lateral derecha se darían cuenta lo malo que soy; él es terrible y aun así no le gano.

Pero no siempre he sido malo. Cuando he viajado me han considerado mejor porque no me conocen. En cada viaje llevo los guayos y la pantaloneta para hablar ese lenguaje común que nos conecta. No me han pagado ni una vez por jugar, pero, como Mao Molina, como esos trotamundos, he jugado en varios continentes y en cada uno el fútbol es diferente.  

En España, por colombiano, por sudamericano, dijeron este debe ser bueno, hábil, y jugué de wing. Con un equipo de españoles llegamos a la semifinal del torneo de exalumnos de su colegio. Al final nos tomamos una cerveza y uno dijo, yo jugué con otro colombiano cuando estaba de Erasmus en Alemania, y eso es de raza, a los colombianos se les da muy bien. ¿Cómo iba a decirle que en realidad no se nos daba a todos?

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En Madrid también jugué en el parque El Retiro con gente de todo el mundo. Negros, blancos, amarillos, rojos, verdes… éramos de todas partes. Gritaban y gritaban colombiano en los dos equipos y no sabía a quién. Al final se acercaron dos morenos y uno dijo ¿ve, sos de Bogotá?, le dije sí. El otro respondió pensamos que eras español. Yo les dije, ¿de Cali, son de Cali?, pensé que eran africanos. Ellos dijeron no, de Cali no, de Tuluá, nos reímos y nos tomamos una cerveza. Al resto les costaba creer que fuéramos del mismo país.

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En Beijing jugué lo más parecido a un mundial en una liga de fútbol cinco. Además de los equipos chinos, que llegaban de a veinte y cambiaban todos los jugadores cada cinco minutos (nunca entendí el chiste de jugar así), estaban los rusos, los árabes, los africanos con cuerpo Didier Drogba y nosotros, los latinos: Latin United F.C. 

El único requisito para entrar, ser sudamericano, para quedarse, ser bueno. Yo duré lo suficiente para hacer amigos y jugar en las canchas más surrealistas de FIFA Street, donde edificios de cien pisos rodeaban las gramas sintéticas. En Beijing, que parecía una ciudad del futuro donde lo único que faltaba eran carros voladores, el fútbol era una excusa para hablar español y no sentirse tan lejos al otro lado del mundo. Ganamos la final del torneo, no por mí ni a pesar de mí, había algunos bastante buenos, y, como siempre, celebramos con una cerveza. Cerveza y pinchos asados que es mejor no contar de qué. Fútbol y cerveza…

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En Croacia no jugué un partido, pero por cosas de la vida a mí y a mi amigo Benjamín nos prestaron (por obra y gracia de Dios) una casa que daba contra el mar. Croacia en pleno verano, el Mediterráneo en verano. Nosotros, que llevábamos balón, nos pasábamos las tardes en el muelle, y jugábamos a atinarle a una balsa que estaba a unos treinta metros mar adentro. Práctica de tiros libres, diría. Con cada disparo, el mar demoraba veinte minutos en traer el balón, para volver a intentar, y mientras regresaba nos tomábamos una cerveza. Ahora que lo pienso, esos momentos, a las espera del balón en las olas, donde el fútbol era la excusa para algo más, para los amigos, fui feliz. 

Sé que pronto, así sea malo, volverá el fútbol, volveré a jugar, volverán esas cervezas, volverán los goles de taquito y de cuarenta metros (que he metido así no crean), y la banca también, y volverá lo realmente importante, que más allá de la pelota, es lo que queda después.      

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El amor en los tiempos del fútbol https://hablaelbalon.com/balon-de-papel/bp-cuento-amor-tiempos-futbol https://hablaelbalon.com/balon-de-papel/bp-cuento-amor-tiempos-futbol#respond Tue, 24 Mar 2020 18:00:34 +0000 https://hablaelbalon.com/?p=8221 En esta entrega de La No Historia del Fútbol, el escritor Daniel Canal explora la fragilidad masculina de Maxi López tras perder su familia a Mauro Icardi.

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El cuento que habla sobre la fragilidad de Maxi López después que su mejor amigo le robara a la familia.

Se despertó en el centro de la cama. No en el lado derecho, que siempre había sido su lado, sino en toda la mitad. Podía estirar los brazos por completo sin alcanzar los bordes del marco king size. No recordaba por qué escogió el lado derecho, si había sido una decisión consciente o una imposición de su mujer, pero siempre fue así. Incluso cuando jugaba de visitante y dormía en hoteles por toda Italia respetaba su lado. El colchón, demasiado grande para una persona, le transmitió un vacío que llegó hasta la médula.

Le costó mucho levantarse y eso era raro en él. Cuando tenía partido en la tarde como ese día se despertaba temprano y salía a dar una vuelta para despejar la cabeza. No importaba si era invierno o verano. Lo hacía sin falta desde que inició su carrera profesional doce años atrás.

Cuando finalmente logró dejar las cobijas recorrió la casa con un pocillo de café instantáneo, su mujer era la que sabía usar la cafetera. La casa, de cuartos amplios y acogedora, quedaba sobre la costa de Génova y tenía vista al mar. Fácilmente cabría una familia italiana de las que parecían un batallón militar. El silencio al que la casa todavía no estaba acostumbrada le daba un aura desalentadora a las habitaciones vacías. Las únicas personas que lo acompañaban vivían congeladas en los portarretratos.

Desde la ventana vio que el malecón estaba solo. Afuera la temperatura debía estar por los siete u ocho grados centígrados y una capa de humedad recubría los andenes. Fue hasta su cuarto, y al ver la sudadera con la que salía a la calle contempló la posibilidad de hacerlo pero no estaba de ánimo. Se volvió a meter en la cama y se limitó a mirar el techo.

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Recordaba perfectamente cuando le ofrecieron irse a Europa. El sueño se volvía realidad. En menos de dos meses aterrizó en España y empezó a firmar autógrafos como si fuera el salvador de un equipo recién resucitado. Niños de todas partes hacían filas para que les firmara la camiseta. Sobre todo se acordaba de uno, argentino como él, que se acercó y le dijo “cuando sea grande quiero cabecear como vos… igual que vos”. Eso hacía más de cinco años. Ahora la situación era diferente.

Estaba por quedarse dormido cuando lo llamaron y no quiso contestar. Dejó que el teléfono sonara incansablemente sobre la mesa de noche. Lo habían estado llamando toda la mañana pero no tenía ganas de hablar con nadie. Finalmente contestó para que lo dejaran en paz.

Del otro lado de la línea hablaba uno de los asistentes del entrenador de su equipo, la Sampdoria, y le preguntó si todo andaba bien, ya debería estar concentrado con el resto de jugadores preparando el partido. Tranquilizó al asistente diciéndole que no había ningún problema, simplemente se le había hecho tarde, pero en veinte minutos estaría allá.

Aunque no quería ir tenía que ser profesional. No podía quedarle mal al equipo en uno de los partidos más difíciles de la temporada contra el Inter de Milán. Se metió a la ducha y vio que en la jabonera había una jirafa y un tigre de goma. Recordaba con una precisión espeluznante la última vez que vio a sus hijos, y cuando cogió los juguetes le hicieron más falta que nunca. Le aterrorizaba la idea de que le dijeran papá a otro hombre.

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En esa casa, ahora silenciosa, hasta hace no mucho veía televisión con sus hijos, se acostaba con su mujer y jugaba videojuegos con uno que otro compañero de equipo. Compañeros que eran amigos a los que les abrió las puertas de su casa y su familia. De eso no quedaba nada y cada día era más distante la posibilidad de recuperarlo.

El frío de la calle terminó de despertarlo cuando salió y se montó en el carro. Se decía que así no quisiera ir era su deber. Ética profesional, pensó. Todo el asunto era una cuestión de valores y ética. Valores y amistad. Valores y lealtad. Traición.

Prendió el radio para no sentirse solo y en la emisora que estaba sintonizada pasaban la previa del partido entre la Sampdoria y el Inter de Milán.

–Este partido, además de ser clave para las aspiraciones de la Sampdoria de ascender en la tabla, tiene un ingrediente especial –decía uno de los comentaristas–. Es la primera vez que se van a enfrentar Mauro Icardi, exjugador de la Sampdoria y ahora delantero del Inter, y Maxi López.

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–Sí –añadió otro panelista–. Para los que no lo recuerdan, hace unos meses estalló el escándalo entre ellos dos porque Wanda Nara, ahora exesposa de Maxi López, se separó de él para irse con Mauro Icardi, antiguo compañero y amigo suyo.

–Uno de los datos que más resalta –continuó el primer comentarista– es que desde sus inicios en el Barcelona, Mauro reconoció abiertamente la admiración por su compatriota, y desde entonces Maxi lo apadrinó en el mundo del fútbol.

–Inclusive, algunos medios aseguran que la misma Wanda le ha negado a Maxi la posibilidad de ver los hijos que tienen en común y que hoy viven con Mauro. Esto es…

Apagó el radio. No soportaba que la prensa amarillistas se metiera en su vida como lo venía haciendo desde la separación. Hundió hasta el fondo el acelerador y continuó en silencio pensando en qué iba a hacer cuando tuviera a Mauro al frente.

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Foto: TN

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