La Copa Águila es el patito feo de los torneos en Colombia, sin embargo, hay varias razones por las que los equipos se dan la pela para ganarla.
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Pocas veces los equipos colombianos pueden permitirse pelear en Libertadores, Liga y Copa con toda la carne puesta en el asador. Lo normal es que, llegado cierto punto del año, una de las tres competencias sea descartada por los técnicos.
La Copa Águila es la competencia, a priori, menos importante y por ende la primera en salir de la lista de prioridades. Por temas de calendario, sobre todo, es normal ver a los grandes poner nóminas alternas, llenas de juveniles debutantes en las instancias finales. Siempre se prioriza la competencia internacional.
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La verdad es que deberían tomarla más en serio, pues aunque no tiene el mismo prestigio que la Libertadores, la Suramericana o la Liga hay que decir que los incentivos para ganarla no se quedan atrás.
A diferencia de lo que pasa con la Liga Águila, la Dimayor sí le da plata al ganador de la Copa. Este año el cheque es de 550 millones de pesos.
Además, el ganador obtiene un cupo a la segunda fase (repechaje) de Copa Libertadores. Y esto no solo es un tema de prestigio. Solo por clasificar a esa instancia, la CONMEBOL le bota a los equipos la modica suma de 250.000 dólares. Y ojo, Alejandro Domínguez, presidente de la confederación, ya anunció que para el próximo año los premios serán más del doble. Un platanal.
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Entonces, haciendo cuentas por encimita, el ganador de la Copa Águila se embolsaría más de mil millones de pesos por ganarse la «mediocre» Copa Águila. ¿Nada mal, cierto?
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Futbolete