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Recuerdo, no hace mucho, en la última final de Copa Libertadores, oír a Mariano Closs y Diego Latorre —esa dupla fantástica de Fox Sports— decir que hace mucho no veían a un jugador tan impresionante de este lado del charco. ‘Gambetita’ sin sonrojarse, como si nada, lo comparó con Xavi Hernández, el cerebro del mejor Barcelona del siglo XXI.
Los argentinos son exagerados, claro, pero la verdad es que el número 29 de Gremio estaba dando un baile de antología. Ligerito para atacar, comprometido para defender, preciso en largo y en corto, inteligente para decidir cuándo encarar y cuándo pasar. Daba la sensación de ya saberlo todo. A los 21 años, ese tal Arthur Melo fue el titiritero del Gremio campeón de Libertadores y salió elegido MVP del torneo.
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Luego, alguno de los corresponsales, de esos que siguen el partido desde la cancha, complementó diciendo que el Barcelona ya lo venía siguiendo. Si Diego Latorre —que de fútbol no es poco lo que sabe— lo había comparado con Xavi, con seguridad alguien en el Camp Nou había tenido la misma corazonada. Estamos hablando de un jugador que está en el radar de Tite para ir al Mundial.
Ahora parece que ya no hay vuelta atrás. Los tabloides españoles, los amarillistas y los que no, dan por sentado que una delegación del Barcelona aterrizará la próxima semana en Porto Alegre para hacerse con el futbolista. La pretensión de los catalanes es negociar una rebaja sobre los 50 millones a los que asciende su cláusula de rescisión. El OK del futbolista ya es un hecho y hasta ahí todo bien: que todos los crack vayan al Barça. Sin embargo, esto puede marcar el futuro de nuestro querido Yerry Mina.
Como hemos visto, ser defensa del Barcelona es más jodido de lo que parece. Siempre que ha podido Valverde ha declarado que aunque está listo para jugar, todavía requiere de adaptación. Al entrenador se le ve escéptico y las señales que ha mandado dan a entender que Yerry jugará muy poco en los próximos seis meses. Sin jugar, será difícil que se afiance, por lo que una cesión a final de temporada parece una opción plausible.
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Entonces, si la cesión de Mina de por sí ya es una posibilidad, la hipotética llegada de Arthur a mitad de año la convertiría en una obligación. La liga española solo permite tres jugadores extracomunitarios y en ese caso serían cuatro: Paulinho, Coutinho, Arthur y Mina. El primero es clave en el esquema de Valverde, por el segundo pagaron 160 millones de euros, el tercero es el “nuevo Xavi” y el cuarto, un central en adaptación que ha jugado poco. Nada más que decir.
Se había hablado de que Arthur llegaría en 2019, pero esta semana comenzaron a sonar fuerte los rumores de que Iniesta no estará más y en caso de estar, necesitará un recambio de garantías. Las dificultades que ha tenido André Gomes y la falta de protagonismo de Denis Suárez exigen la llegada de un volante jugón.
Dicen que el Barça está adelantando los trámites para nacionalizar portugués a Coutinho (su esposa es portuguesa) y en ese caso la norma sí se cumpliría. Pero más allá de eso, a la cesión de Mina no deberíamos mirarla con malos ojos. Chamuscarse en un club tan grande es fácil si uno no está preparado. No está de más curtirse en estadios menos exigentes. Es mejor ver jugar a Mina regularmente en un equipo más chiquito que una sola vez al mes en el Barcelona. Me atrevo a decir que algún Sevilla, un Valencia, incluso un Atlético de Madrid estarían encantados de recibirlo.
No olvidemos que antes de romperla en Liverpool y demostrar que era una jugador para el Barça, Coutinho pasó por el humilde Espanyol.
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Gol Caracol