En números, le explicamos porque el fútbol europeo no es “tan” europeo. Conozca el aporte del resto del mundo a la Champions League.
El 25 de noviembre de 2014 Messi se convirtió en el máximo goleador histórico de la UEFA Champions League. Desde que lo hiciera Alfredo Di Stéfano en 1959, ningún jugador no nacido en Europa había logrado volverse a hacer con ese título…
Aunque no le duró mucho –en septiembre de 2015 Cristiano Ronaldo lo superó–, el acontecimiento fue una muestra más de la importancia que han adquirido los futbolistas no europeos en el viejo continente. En la actualidad la norma es ver una buena cuota de goles latinoamericanos y africanos en las grandes ligas de Europa. Raros son los casos de clubes, como el Athletic de Bilbao, que optan por no traer jugadores nacidos por fuera de su región o país. Por eso es imposible imaginar una Champions sin los goles de figuras que juegan en selecciones no afiliadas a la UEFA.
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Sin embargo, hace apenas 30 años un gol no europeo en la Copa de Europa (como se le llamó a la Champions hasta 1992) era todo un acontecimiento. Desde la temporada 1964/65 y durante 24 años tan solo hubo 105 goles de jugadores afiliados a asociaciones no europeas. Esta es una cifra pálida, muy pálida, si se le compara con los 116 goles no europeos que se han marcado en promedio en cada una de las últimas diez ediciones de la Champions.
En sus inicios, los goles extranjeros en la Copa de Europa fueron producto de futbolistas como Di Stéfano, casos escasos de jugadores que habían nacido por fuera pero que se nacionalizaron y terminaron jugando en selecciones europeas. Para entonces el fútbol europeo era, en principio, para futbolistas europeos.
Después, con la integración de la Unión Europea y tras la aparición de la Ley Bosman, se disparó el mercado de pases. La globalización, los recursos, el lucro por contratos televisivos y el glamur hizo de Europa el epicentro del fútbol mundial. Los cracks de afuera comenzaron a inmigrar en masa. Europa se llenó de superestrellas extranjeras y a diferencia de antaño, hoy, aunque hay casos en los que los futbolistas adquieren la nacionalidad europea, lo habitual es que los forasteros conserven su nacionalidad de origen y jueguen en la selección del país en que nacieron.
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La Copa de Europa se fundó en 1955 y en su primera década el porcentaje elevado de goles no europeos (10%-15%) se explica en gran medida por el aporte suprahumano de casos puntuales como el de Di Stéfano en el Madrid pentacampeón o José Altafini ‘Mazzola’ en el Milan; después durante más 20 años el aporte no superó nunca el 5%. Tuvieron que pasar 40 años para superar 15% de la temporada 57/58. En 2015, el índice rozó 40%. El crecimiento en los últimos 30 años ha sido brutal.
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En la actual edición hay 58 jugadores representando a 17 países no afiliados a la UEFA. En contraste, en la temporada 57/58 solo siete jugadores no europeos, repartidos en cuatro países, jugaron la Copa de Europa. No solo ha aumentado el aporte goleador de los jugadores extracomunitarios, sino que también se ha ampliado el espectro de sus países de origen. La única confederación que aún no tiene un goleador de la Champions es la asiática. Será esperar el boom del fútbol chino…
Juntos estos datos reconocen el aporte del resto del mundo al crecimiento y al reconocimiento que ha adquirido el fútbol europeo. No hay nada como la Champions… sí, pero que sería de ella sin nosotros los sudacas.
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Goal.com