La Dimayor, como raro, está en el ojo del huracán. Esta vez se trata de su nuevo logo, cuya similitud con la imagen del Mundial de Qatar 2020 es innegable, inocultable. Ni la demagogia de Jorge Perdomo fue suficiente para archivar un tema que explotó como una bomba atómica en las redes sociales. La cosa fue tan grande que inclusive se especula con represalias judiciales por temas de derechos de autor.
Seguramente en Qatar les importe un pepino, y además, en caso tal, los abogados que la Dimayor estaría en capacidad de contratar podrán dar una pelea legal a la altura. Pero más allá de que haya habido plagio o no, este incidente vuelve a reforzar la idea de inutilidad y mediocridad de una institución que ni con los colores esperanzadores de su nuevo logo (¿?) va a poder limpiar su imagen.
La falta de creatividad en el diseño del logo, digamos, se queda en el plano de lo caricaturesco, de lo irrisorio, hasta roza en lo conmovedor. El escándalo (que de comprobarse el plagio se convertiría en delito) es tan sólo una muestrita más de la falta de diligencia que semana a semana atropella a nuestro fútbol.
Porque lo del logo es feo, pero feo también es el (pseudo) césped del Plazas Alcid. Lo de este fin de semana en Neiva fue un atropello contra el fútbol profesional. Es inadmisible que un escenario en esas condiciones esté autorizado para amparar un partido de la primera división del fútbol colombiano. Un campo en dichas condiciones no sólo perjudica la calidad del espectáculo, sino que también aumenta dramáticamente las probabilidades de lesión. Once Caldas y Huila jugaron sobre lo que parecía una selva recién talada.
¿Y qué fútbol se puede jugar ahí? ¿Cómo es posible que la Dimayor lo permita? ¿Acaso no es la encargada de garantizar la calidad de nuestro fútbol? Para eso está, o debería estar, para escoger cuáles escenarios son aptos y cuáles no. Para tomar cartas en el asunto y no mirar para el otro lado.
Lo del logo fue feo. Feo y de la misma estirpe que el calendario que la Dimayor planificó sin contemplar las competencias internacionales de los equipos colombianos. El caso es sencillo: desde el 27 de julio se sabía que Nacional debutaría el 14 de diciembre en el Mundial de Clubes. ¿Lo normal? Hacer un calendario en el que las finales del FPC no se cruzarán con este evento. ¿Qué hizo la Dimayor? Hacerlos en simultáneo.
Parece que no se dimensionara que Nacional va en representación del continente y que los probabilidades de una hipotética final contra el Real Madrid son altas. ¿Cuántas veces enfrentó un equipo colombiano al Real Madrid en una final del mundo? Lastimosamente, dicha final sería exactamente un día después de la final del fútbol colombiano. Y, a menos de que Rueda comprara una máquina del tiempo, sería imposible ver jugar a Nacional ambas finales (hipotéticas, claro) con su equipo titular. Eso con el agravante de que el equipo sigue vivísimo en Copa Suramericana. Si Nacional sigue avanzando en todas sus competiciones, lo más probable es que deba jugar alguna de ellas con la Sub-15. Todo esto es incomprensible, como si en contra de toda lógica, la intención fuera penalizar el éxito.
El equipo de Jorge Perdomo, como un equipo de fútbol, hace las cosas con los pies. La diferencia: ellos juegan sobre un escritorio.