Apenas el brasilero Sandro Ricci pitó el final del partido sentimos un dulce alivio. Alegría también. Mucha. Después de haber ido a Moscú y regresado en cinco minutos el pasado jueves, ahora podemos disfrutar de la paz. Una fatal cadena de errores puso a la Selección en un peligroso estado de nerviosismo. Dicen que hubo fuertes discusiones en el camerino, aparecieron las críticas más incendiarias y todos los periodistas anti-Pékerman sacaron pecho. No era una situación sencilla. Había que ir a competir contra la ilusión de un país que hace 35 años no juega un mundial. Ya con calma, en la asoleadora, cómodos, con un refresco en la mano, aceptemos que rozamos el precipicio.
Felicitamos al cuerpo técnico y a los jugadores. Podemos cuestionar errores en aspectos del juego, pero el compromiso de esta Selección no puede ponerse en duda. Todos ellos merecen este momento. Le dieron una alegría impagable al país y al medio del fútbol. Hubiera sido una desastre para la industria no ir al Mundial. Los diarios, las cadenas de radio, los canales, los patrocinadores y mucha gente habría perdido mucho con la eliminación. Con lo de ayer ganamos todos. El hincha joven se está acostumbrando a que Colombia va al Mundial.
Eso sí. Aunque lo de ayer no fue un milagro —como sí lo fue en los casos de Egipto y Panamá—, con la resaca viva, respiremos hondo y aceptemos que se sufrió más de lo necesario. Esto debe ser un llamado de atención. El objetivo principal se cumplió. Pero ahora tenemos ocho meses para encontrar el equipo, pues todavía, más allá de la clasificación, no lo hemos hecho. Colombia perdió demasiado puntos de local y en toda la Eliminatoria no encadenó dos partidos buenos. Nos costó sangre. Al contrario de lo que pasó en la Eliminatoria pasada, en esta el equipo tuvo más puntos que juego. Ganamos nueve puntos in extremis, después del minuto 88; nunca vimos la mejor versión de Cuadrado; fueron contadas las veces que tuvimos laterales largos y desequilibrantes; y hubo un déficit de producción ofensiva durante todo el torneo.
No pretendemos hacer críticas gratuitas, ni dejar caer que estamos en el Mundial por fallos ajenos. Colombia hizo los 27 puntos que se piden para ir y merece su cupo. Pero todavía hay muchos vacíos en la estructura del equipo. No tenemos claro cuáles deben ser las parejas de Dávinson Sánchez y Carlos Sánchez. El 4-2-3-1 con el que se jugó casi toda la Eliminatoria deja preguntas. ¿No hace falta un segundo delantero? ¿Somos vulnerables en el pasillo derecho con Fabra-Cardona? Es deber de Pékerman y sus ayudantes responder a estas y otras. Al equipo le cuesta mucho sostener el ritmo de juego y todavía cometemos desatenciones en defensa que en un mundial se pagan con sangre.
Felicitaciones, muchachos, pero hace falta trabajo y tiempo para construir un equipo que pueda ser protagonista en Rusia. Talento hay. Confiamos en que lo logren.
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Cdn.colombia