Se llama Cristián Flórez, tiene 23 años, juega de lateral izquierdo y durante mucho tiempo jugó en el fútbol español. Acá le contamos su historia.
Aterrizó en Madrid con tan solo nueve años debido a la emigración de su familia en el 2002. Su padre, Alfredo Flórez, ex-futbolista, no dudó ni un segundo y apenas pisaron la ciudad llevó al crío a probarse en las inferiores del Real Madrid. La prueba, obviamente, era jodidísima (eso dicen); se presentaron 500 niños y los tuvieron bajo la lupa durante mes y medio. El pelao pasó el primer filtro, pero no contento con eso, luchó y quedó seleccionado entre los 12 convocados que jugarían las regionales vestidos de blanco.
En la cantera del Madrid fue mejor amigo del hijo de Zidane, Enzo, compartió meriendas con Saúl, volante de la Selección de España y del ‘Aleti’, y fue estudiante de Valdano, Butragueño, Mijatovic y Míchel. Se aguantó las cátedras filosofutbolísticas seis temporadas y al final salió dizque por baja estatura. Luego de ese triste final en Valdebebas, estuvo una temporada en el Atlético Madrid, jugó en la Selección juvenil de la ciudad y los vientos de invierno lo llevaron a las inferiores del Rayo Vallecano.
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De rojiblanco comiendo cal en el Estadio de Vallecas tuvo el placer de ser dirigido por Paco Jémez, entrenador español de culto. Entrenó, se rompió todo y dejó el alma en los entrenos, pero no le creyeron. Lo mandaron al equipo ‘B’, en el que no duró mucho. Después de tanto nomadismo por los estadios españoles, logró debutar con el primer equipo de Racing de Ferrol en la Segunda B de España. Pero nuevamente tuvo que salir huyendo por falta de minutos y el Alcorcón, de la Segunda, lo recibió. Allá, obvio, no debutó.
Acostumbrado a los malos tratos del balón, a los ladrillazos de los técnicos hipócritas, aprovechó la primera opción que la virgen le presentó para volver a su tierrita: Once Caldas. En el Blanco Blanco la vio negra. No jugó muchos minutos y su pasado rutilante lo marcó como el humo más espeso de las contrataciones de esa temporada.
Con todo y eso, en Alianza Petrolera le vieron cositas al pelao y aprovecharon el gangazo en el mercado. Lo compraron, le dieron minutos, confianza, y su volcán interno por fin erupcionó. No es que sea un fenómeno ni mucho menos. Es un lateral aplicado, fuerte, con compromiso -si sale de aventurero vuelve inmediatamente- y tiene una pegada que de cuando en vez termina en las mallas. Ha jugado 64 partidos y está más que acostumbrado a los potreros de acá, a los guayazos, y ya es un lateral experto del país. No se extrañen si, de repente, llega a uno de los grandes del país. Acá se lo contamos primero.
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