Psicólogo en desuso, editor aficionado y futbolista recontra frustrado.
La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Cositas más, cositas menos, el andar de James en el fútbol europeo siempre ha sido el mismo independientemente del club. Los condimentos, fíjese, son siempre los mismos: la certeza de que es un crack, unos primeros meses felices seguidos de la duda sistemática del entrenador, la incertidumbre permanente de si será titular o no, nuestra total convicción de que es imprescindible para su equipo, la agresividad en redes sociales, sus caprichos y un desenlace aburridor… Solo por nombrar los más evidentes.
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Pasó en Mónaco, en donde Ranieri dijo que carecía de disposición para defender. “¿Qué le pasa a ese viejo?” Pasó en Madrid: luego de un idilio con Ancelotti, vino un infierno con Benítez y Zidane. “Calvo hijueputa”. Y está pasando ahora con Kovac, el “inútil” que reemplazó a Heynckes y que hasta ahora solo le ha bajado el pulgar… Lo último que se supo de James luego de ser suplente en el insípido empate del Bayern contra el Ajax por Champions fue que se fue solo del estadio, sin bañarse y sin hablar con nadie.
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Está caliente el 10, y con razón, pues en lo que va de la temporada solo ha sido titular tres veces y no ha jugado un solo partido completo. Además, cuando ha jugado, lo ha hecho bien, ha metido goles, ha asistido y le ha dado vuelo al equipo. Acá en Colombia, como siempre, hemos asumido una posición ‘jamescentrista’. Ayer se oyó al grueso del periodismo deportivo decir que el problema de James siempre han sido sus entrenadores, que solo le han tocado tacaños que no lo rodean y que nunca han querido entenderlo a él ni a su posición.
Algo de verdad habrá en eso. Seguramente James no ha tenido la mejor de las suertes con los dogmas de sus entrenadores. Vale. Pero que el ‘Jamescentrismo’ no nos tape los ojos. En un patrón que se ha repetido sistemáticamente sería demasiado inocente no atribuirle algún grado de responsabilidad a James.
Partamos del supuesto, desde mi punto de vista, dudoso, de que James ha hecho un esfuerzo para ajustarse a las exigencias tácticas de todos sus entrenadores y que estos —ogros injustos— no han querido reconocerlo. Digamos que en todos los equipos en los que ha estado, objetivamente siempre ha merecido ser titular por encima del resto de sus compañeros. Digamos que todo esto es verdad. ¿Entonces qué podría estar fallando?
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Bueno, si las decisiones técnicas y las lesiones –un martirio a lo largo de estos últimos años– no lo han favorecido, hay que decir que él tampoco se ha ayudado. Primero con Benítez y después con Zidane hizo declaraciones retadoras en las que cuestionó las decisiones técnicas. Además, cuando en el Madrid se le pidió llegar temprano a la pre-temporada para ponerse a punto físicamente después de la Copa América 2015, James se rehusó. Ahora, con un berrinche público terminó de poner todos los focos sobre un entrenador que, antes de todo eso, ya estaba caminado sobre la cuerda floja. “Si no todo es perfecto, si no soy hijo, si no piensan como Heynckes o Ancelotti, entonces yo hago y digo lo que se me da la gana”. James no puede con su ego.
Si Ranieri, Zidane, Benítez y Kovac han hecho mal las cosas, si todo el mundo es injusto con él, si todos siempre hacen lo mismo, quizá haya llegado la hora de que sea él, James, el que comience a cambiar algunas cosas. Tal vez así el desenlace, esta vez, o la siguiente, no sea el mismo de siempre.
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