El ídolo de esta semana es un jugador que vivió una paradoja que solo el fútbol permite: hincha del Deportivo Cali pero ídolo en el America de Cali. Este es Freddy Rincón en el América de Cali.
Gigante, abrumador, toda una bestia negra. Desde niño, Freddy Rincón desplegaba su poderío físico en la cancha. Anatómicamente era un superdotado: una estatura considerable, piernas largas pero macizas y un tren superior tan potente como el de un búfalo. Por eso, desde la época en la que se devoraba la banda derecha de las polvorientas canchas en Buenaventura, se hizo conocer como lo que era, todo un Coloso.
Rincón era un coloso peculiar. Si bien, su portentoso cuerpo de caballo lo hacía ver torpe, a la hora de entrar en contacto con la pelota sus pies contaban otra historia. Su habilidad técnica era digna de cualquier “carasucia” argentino de mitad de siglo. Aunque fácilmente hubiese podido recuperar pelotas con patadas bien puestas, a Rincón le gustaba la magia. Le gustaba tirar ochos para luego intentar romperle las manos al arquero con un remate. Ya sabe, cosas de genio.
Fue quizá, en una noche a finales de 1990, ante un Pascual Guerrero lleno, cuando Rincón le dejó claro a todo el pueblo americano que mucho más allá de ser el típico negro fuerte y correlón, era un jugador capaz de brindar espectáculo, de hacer parar a toda la tribuna para aplaudir el show.
Se jugaba un clásico caleño y el ‘Coloso’ encarnaba aquella noche a un diablo rojo, se sumergía en las profundidades del área verde esperando el momento justo para derribar al enemigo. El pase se desprendió tarde por parte de Alex Escobar, quien soltó el balón cuando Freddy ya se encontraba un par de pasos adelantado como para poder rematar cómodo. Sin embargo, el coloso sabía muy bien que podía marcar como fuese, entonces, giró por completo su pesada maquinaria 180º sobre su propio eje, quedando erguido de espaldas al arco. Luego, cómo retando a su público, levantó su frente para mirar a todos los asistentes en el Pascual.
El público, hipnotizado por la delicadeza técnica del coloso, observó casi absorto. Freddy acarició la pelota con la parte trasera de su pie derecho. La pelota comenzó entonces un viaje tan sutil y delicado como el de su movimiento para terminar al costado derecho de la portería del Cali.
Un golazo de taco: una humillación al Deportivo Cali. Así era Rincón en el América, no creía en nadie.
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