La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Primer caso: Millonarios se consagra campeón en el Atanasio. Como se ha hecho siempre, los jugadores levantan la copa y se preparan para celebrar su título con la tradicional vuelta olímpica. Felipe Ospina, líder de la barra Los del Sur, ingresa a la cancha, encara a Andrés Cadavid y le exige a él y a sus compañeros abortar la celebración y abandonar la cancha. Todo esto con insultos.
Segundo caso: una mujer camina por la calle con el celular en la mano. Dos tipos la abordan en un callejón oscuro y la asaltan.
En ambos casos, no es para sorprenderse que a aquí en Colombia se justifique a los agresores denunciando la provocación de la víctima: “Millonarios debió esperar a celebrar en casa” o “eso le pasa por dar papaya y caminar de noche con el celular en la mano”.
Al sancionar a Cadavid – sin siquiera referirse a Felipe Ospina– la Dimayor da a entender que la violencia es una cuestión de acción-reacción; que tanto agresor como agredido comparten responsabilidad y que los violentos pueden escudarse bajo el escudo de la provocación.
También le interesa: Las 4 falacias del Canal Premium de Win
Somos una sociedad acostumbrada a no llamar a las cosas por su nombre. Una sociedad mojigata y morronga. La transgresión de valores en Colombia ha llegado al punto de normalizar situaciones inadmisibles en cualquier ámbito humano y el fútbol no es la excepción. ¿No es normal celebrar a rabiar un título? ¿No es normal poder utilizar el celular en la calle? Nuestros dirigentes se llenan la boca hablando de paz en las canchas, de castigos ejemplares contra los violentos y de ambiciosos planes de carnetización, pero a la hora de la verdad, en los casos concretos reina la insensatez y la tibieza, tan cercana a la impunidad.
Para ellos es grave y punible que un equipo que acaba de ganar un título contra el equipo más poderoso del país (de visitante), con la adrenalina de la victoria en la cabeza, quiera dar la vuelta olímpica e incurra en las provocaciones intrínsecas al circo romano que es el fútbol. Pero les resulta normal que el líder de una barra asalte la cancha para insultar y amedrentar a un jugador profesional y le ordene a un equipo entero callarse e irse.
Siga con: a la Dimayor no le importa la violencia
Acá, como claro síntoma del tercer mundo, se castiga más severamente la provocación que la agresión. Pasa en los estadios, en las calles oscuras o en el Transmilenio. La sanción a Cadavid y la indulgencia al barrabrava sigue reforzando el mensaje retardatario y violento del “Quién le manda”. Quién le manda a querer celebrar un gol. Quién le manda a caminar sola por la noche.
Si la Dimayor de verdad está comprometida con erradicar la violencia debe cambiar la ecuación. No es posible que Felipe Ospina, como si acá no hubiera pasado nada, pueda volver al Atanasio sin sanción alguna.
Foto:
Pulzo