Las transmisiones piratas de partidos se han convertido en una manera efectiva de golpear a los corruptos donde más les duele.
Si algo nos dejó claro la temporada 2016/17 de las grandes ligas europeas es que cada día se hace menos necesario estar inscrito a un operador privado de televisión para ver en vivo los grandes partidos. Y es que basta con haberse dado una vuelta por redes sociales un domingo en la mañana para encontrarse con un streaming pirata transmitiendo algún partido por Facebook Live, formato en el que también se ha vuelto costumbre ver los partidos de Champions League y selecciones retransmitidos ilegalmente de la señal de algún canal turco o árabe.
Claro, uno no entiende un carajo de lo que hablan los comentaristas y la resolución no es la mejor, pero ¿fútbol gratis y en tiempo real? Sí gracias. Lo más interesante de esta nueva modalidad de piratear fútbol —que de a pocos ha dejado en el olvido a plataformas repletas de virus y fallas técnicas como la extinta Roja Directa— es que ni siquiera es necesario seguir a los fanpages en los que emiten los partidos, ya que basta con que algún contacto le haya dado like o lo esté viendo para que Facebook lo ponga en nuestro newsfeed. También están comenzando a aparecer en YouTube, como videos con la etiqueta “en directo” en canales que aparecen y desaparecen cada vez que hay un buen partido.
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¿Y qué tiene que ver esto con la resistencia al fútbol moderno?
Pues bien, alrededor de la pugna por los derechos televisivos de los partidos de fútbol —que es justamente lo que se pasan por la galleta estos streamings— cuyo recaudo supuestamente se reparte entre los equipos, se han destapado ollas podridas en las principales confederaciones de fútbol en los últimos 15 años. Tal vez el primero caso sonado fue el de ISL, una empresa suiza a la que la FIFA le entregó los derechos de televisión de los mundiales de Corea-Japón (2002) y Alemania (2006) gracias a una serie de sobornos a jerarcas de la UEFA y la Conmebol como Joseph Blatter, Lennart Johanson, Ricardo Texeira y Nicolás Leoz. Un escándalo de millones y millones de dólares que salió al descubierto en FOUL!, un libro del periodista británico Andrew Jennings publicado en 2006.
Ahora, trayendo este tipo de chanchullos más cerquita, solo hay que mirar dos años en el pasado, cuando Luis Bedoya —presidente de la Federación Colombiana de Fútbol— y otros peces gordos del fútbol latinoamericano fueron acusados por la justicia norteamericana de recibir sobornos para conceder los derechos televisivos de la Copa América 2016 a la empresa brasilera Traffic. Una bola de nieve que llevó a la renuncia de Blatter como presidente de la FIFA, puso la lupa sobre los derechos televisivos del mundial 2010 y la Confederación Brasileña de Fútbol y volvió a salpicar los nombres de viejos mafiosos del fútbol como Texeira y Leoz.
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La única iniciativa que realmente intentó sacar los derechos televisivos de las manos de privados fue Fútbol Para Todos en Argentina. Una iniciativa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que apareció en 2009 y por medio de la cual el gobierno pagó una suma grande de dinero por los derechos televisivos del fútbol argentino a la AFA. La idea era bonita, pues su finalidad era ayudar a los clubes a sanearse económicamente, pero se fue al traste cuando el nuevo presidente Mauricio Macri anunció que desde el primero de enero de este año el gobierno no iba a invertir un peso más en el proyecto debido a un supuesto “manejo mafioso” dentro del mismo.
Ahora, no todo el tema de los derechos de televisión tiene necesariamente que ver con corrupción. Las cifras millonarias que perciben anualmente grandes ligas como la Premier League inglesa (10.4 billones de libras) o La Liga española (1,573 millones de euros) dejan mucho que pensar acerca de cómo el fútbol es cada vez un monopolio más lucrativo y voraz al que alimentamos cada vez que pagamos la factura de nuestra tele paga para ver a las grandes figuras del fútbol europeo pateando el balón.
Justamente, es por eso que esos streamings que se multiplican y viralizan cada tanto en Internet son, sin quererlo, uno de los medios de resistencia más efectivos en contra del fútbol moderno. Claro, posiblemente detrás de esas fanpages y canales de YouTube intermitentes hay alguien lucrándose, pero lo cierto es que el dinero no está entrando en los bolsillos de las grandes empresas y confederaciones de fútbol que tanto han manchado la pelota con su corruptela.
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¿Qué están haciendo Twitter y Facebook para detener la reproducción de contenidos pirateados? Para el caso de Twitter, en Colombia está precedente del canal Win Sports, que hizo que se cerraran perfiles y se bajaran contenidos de cuentas que subían fragmentos de los partidos del Fútbol Profesional Colombiano. Algo que, como explicó un portavoz de la liga española a El País, se debe a que existen acuerdos entre plataformas de redes sociales y algunas ligas para que estas puedan denunciar casos de piratería que se solucionan inmediatamente.
Como sea, el representante de la LaLiga aseguró que el caso de Facebook es un poco más complejo porque a pesar de que en las reglas de la plataforma se encuentra la cláusula de “ayudar a individuos y organizaciones a que protejan sus derechos de propiedad intelectual”, ellos tienen sus propias herramientas para localizar la piratería y no reciben reportes individuales por parte de las ligas afectadas. Esto complica las cosas dado que las páginas que transmiten los partidos aparecen cada vez que empieza un partido y mueren cuando termina, lo que hace que sea muy difícil bloquearlas durante los 90 minutos.
En un intento para hacerle frente a este tema, se anunció que se van a transmitir gratuita y legalmente algunos partidos seleccionados de las ligas mexicana y española en formato de Facebook Live por medio de las páginas de LaLiga y Gol TV. Es decir, la presión que han metido los streamings piratas es tan grande que las ligas están dispuestas a regalar una parte de las millonadas que reciben con tal de no perder audiencia. Los piratas, pues, ustedes y yo, podemos decir que por esta vez logramos resistirnos al establecimiento del fútbol moderno… dejarles claro que la pelota, algo de ella, aún nos pertenece.
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