Después de un semestre interesante, el club necesita un impulso motivante y argumentos competitivos para continuar la inercia positiva del proyecto Russo.
Millonarios padeció por muchos años el engaño del estatus argentino. Es decir, del prestigio que el fútbol argentino ha adquirido. Al club han llegado decenas de argentinos que no cumplieron la promesa de su pasaporte. Pero Russo sí lo ha hecho.
Quién ha sido un juicioso observador del proceso de este cuerpo técnico ha notado que los resultados han superado las posibilidades de los recursos. Russo sin jugadores extraordinarios construyó un equipo competitivo y reconocible. Ese ha sido el verdadero valor de este entrenador.
Desde los primeros partidos pudimos advertir el plan del entrenador. Como lo hemos comentado varias veces en Hablaelbalón, el sistema se ha sostenido en la pareja Rojas-Duque en la mitad de la cancha. Ha sido clara la intención de hacerse fuerte por dentro con volantes posicionales y con una labor táctica esencialmente defensiva para herir por las bandas con laterales y extremos.
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Teniendo en cuenta el contexto institucional, financiero y deportivo, creo que el hincha de Millonarios reconoce la tarea de estos meses, pero también está cansado de esperar la grandeza. Hace muchos meses Millonarios no gozaba de un ambiente de optimismo como este. El equipo requiere dos o tres nombres que potencien verdaderamente el nivel colectivo.
Llegaron tres refuerzos: un central, un extremo y un delantero. Del único que tenemos referencias es de Robinson Aponzá, un extremo desequilibrante que hizo parte de un semestre muy malo del Junior. De los otros dos no hay mayores referencias.
Pero más allá de los reconocimientos, en el mundo Millonarios se demanda traer jugadores que ilusionen. Apellidos que recuerden —así sea momentáneamente— la idea de que a los buenos jugadores les seduce la idea de vestirse de azul. Pero la realidad es que eso hace mucho no ocurre.
Al club llegan buenos, regulares y malos jugadores, pero el denominador común es que no llegan realidades. No llegan certezas. Jugadores que sin importar el contexto de su presente despierten la sensación de que vienen a reforzar realmente al equipo. El aficionado de Millonarios es esencialmente —y necesariamente— un hombre optimista. Ser hincha de Millonarios es desde hace años es un acto de fe.
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Pero es el momento de exigirle un esfuerzo a los ahorros del club. Millos pudo mirar a los ojos a Nacional en la última semifinal, fue superior en el juego, pero la eliminatoria dejó claro que faltó un plus de talento para eliminar al campeón de América. Necesita tres refuerzos importantes por linea.
La pareja Cadavid-Franco fue fiable, mantuvo un nivel regular, pero para aspirar a sentarse en la mesa de los favoritos hace falta algo más. Los dos son bastante lentos y cuando sus laterales son superados sufren mucho en los cierres. En el uno a uno hemos visto que los dos son superados contra delanteros desequilibrantes.
El puesto detrás del nueve ha sido el más confuso de la era Russo. Ni Kouffaty ni Riascos han sido enlaces que hayan potenciado la propuesta del equipo. Con un jugador que interprete mejor el último pase y el juego de contraataque el crecimiento de Millonarios sería muy grande. Riáscos es un jugador que siempre piensa en la suerte de su jugada y pocas veces tiende a buscar a las alternativas que lo rodean. Se necesita con urgencia un enlace de nivel.
El tercer refuerzo necesario es el de un nueve con gol. Suena simple y facilista, pero es así. El don del gol es quizá el más escaso en el fútbol de alto nivel. En el caso de Millonarios es una situación alarmante. Desde Dayro Moreno no ha habido un nueve de alto nivel. Los últimos campeones del fútbol colombiano han apelado a la diferencia de un jugador con una capacidad importante en al área.
Bienvenido el 4-2-3-1 de Russo. Su propuesta tiene crédito. Sin duda. Pero el club tiene que romper el marrano. Con un cuerpo técnico capacitado, y en este momento de optimismo, hay que hacer el esfuerzo que en otros años no se hizo.
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Foto: as.com