La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Cuando tenemos que decidir algo importante en nuestras vidas monótonas sacamos una calculadora, conversamos con amigos, filosofamos horas acerca de la naturaleza humana; usamos metáforas obvias como la del “último tren” para terminar concluyendo que “decidir es perder” y que estamos condenados, por nuestra ambición extrema de quererlo todo y no querer perder nada, a vivir en conflicto. Aunque no llegamos a nada, nos sentimos inteligentísimos y súper profundos.
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Nada nuevo. Cosas que todos pensamos y todos entendemos, y todos respetamos, hasta que el que tiene que “tomar el tren”, o dejarlo, es un futbolista de nuestro equipo. Ahí sí nada importa. Arrogantes, como si viéramos el futuro, sabemos siempre cuál es la decisión correcta.
De organizarle la vida a los futbolistas, de eso vivimos los medios, los analistas deportivos y los hinchas en estas semanas sin fútbol y de muchos rumores. Sin haber hablado con ellos, ni saber de dónde vienen, ni conocer sus ambiciones, nos sentamos a discutir y argumentar por qué es que tal o tal decisión es la correcta Tenemos las mejores respuestas (las más trascendentes) para los desconocidos, pero nos cuesta un riñón escoger a dónde pedir un domicilio.
Como usted sueña con jugar un mundial desde que tiene 3 años y ya nunca lo hará, entonces le parece una estupidez que Yerry Mina, que tiene todo para ser titular en Rusia, se vaya a ser suplente en el Barcelona. O porque usted lleva toda la vida yendo al estadio a ver a Millos —y se siente muy importante porque este año van a jugar Libertadores— entonces le parece increíble que Mosquera, tan joven, se vaya a la MLS. O porque no es capaz de hacer tres veintiunas seguidas, se da licencia para condenar a Juanfer Quintero y tiene todas las herramientas necesarias para dar un discurso moral sobre su talento desperdiciado.
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¿Y qué sabemos? ¿No será posible que Mina haya soñado toda la vida con jugar en el Barcelona y que al lado de eso un mundial lo tenga sin cuidado? ¿O que Mosquera no sea tan hincha de Millos como usted y que después de haberla guerreado en este país desigual lo único que quiera sea ganar buena pasta y vivir tranquilo el resto de la vida? ¿No será posible que a Juanfer efectiva y legítimamente le guste más la fiesta que el fútbol?
Como deseamos ser ellos, y como no conocemos lo que efectivamente es tener la posibilidad de ir a un mundial o de jugar en un club importante, de vivir de los que más nos gusta, suponemos que ellos operan como nosotros y que tienen nuestras mismas aspiraciones. Como llevamos toda nuestra vida intentando ponernos en sus guayos, creemos conocer sus deseos y sus ambiciones.
Pero no, resulta que lo que a usted le parece importante a ellos los puede tener sin cuidado. Luego, si se equivocan en sus decisiones —así en ese momento saltemos todos a decírselo en la cara— también serán ellos los únicos en saberlo.
Todas las opiniones de Martín Lleras Jacobsen
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