La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Nada más detestable que los “pantalleros”. Así le llamábamos en el recreo a esos personajes odiosos que se ganan el pan a punta de simulación, de piscinazo, de huirle al juego fuerte y dejarse caer en el área contraria. Qué rabia. Son de la misma especie de esos que sacan buena nota en los exámenes porque saben hacer trampa. En fin. En este fútbol moderno y podrido la especie de los pantalleros ha ido en crecimiento. ¿Su mayor representante? Neymar JR, un tipo tan brillante como aborrecible; tiene talento de sobra para llegar a la cima del fútbol y la soberbia suficiente como para que todos quieran que no lo logre. “Ah, sí, muy bueno y todo… pero es que muy lloroncito, se tira mucho”: esa es la opinión general. A nadie le gustan los pantalleros.
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Y, ojo: los pantalleros son igual de detestables aquí y en la Patagonia. Ahora no van a salir con que “lo de Murillo es diferente”, con que “la comparación con Neymar es injusta”. Nada. ¿Diferente, por qué? ¿Porque Murillo es un central humilde? ¿Porque no gana millonadas de euros cada vez que estornuda? ¿O solamente porque es uno de los nuestros? Lo de Murillo con Cristiano Ronaldo fue un vil piscinazo, seguido de una exageración ruin y nosotros, sus compatriotas, en vez de salir a defenderlo deberíamos reprocharle su sinvergüencería.
Ahí estamos pintados. Oportunistas e hipócritas. Si la cosa hubiera sido al revés, si Cristiano hubiera simulado para hacer echar a Murillo, a estas alturas las redes sociales del portugués estarían repletas de “ilustres compatriotas” intimidándolo a él y su familia. Ay, Colombia. Ay, Colombia.
Lo más llamativo del asunto, sin embargo, no es que haya gente dispuesta a defender el piscinazo vergonzoso de Murillo, ni que haya periodistas tan descarados como para afirmar que “CR7 estuvo bien echado”. No. Lo más particular de todo es que haya tantos burlándose de la reacción de Cristiano Ronaldo. Uno de los mejores jugadores de la historia reciente, campeón de cinco Champions League y goleador histórico del torneo se puso a llorar porque lo expulsaron cuando debutaba con su nuevo equipo. Me perdonarán, pero yo en ese llanto infantil no veo nada de ridículo; todo lo contrario, puede ser uno de los episodios más poéticos de la carrera de Cristiano y el reflejo de la ambición sin fronteras que lo ha llevado a la cima.
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¿Se dan cuenta de la ironía? El pelao humilde, honrado y camellador simula como si fuera un crack caprichoso; y, en cambio, el crack caprichoso y fanfarrón se pone a llorar como un pelaíto al que se le rompió el sueño de la vida porque lo expulsaron injustamente. Me quedo con el segundo, llámese como se llame. En mi equipo que jueguen los que se dejan los huevos, los que chocan con enjundia y se paran con berraquera; aquí nada de pantalleros ni de llorones.
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as.com
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