Los futboleros siempre decimos que lo hemos visto todo. Pero este juego, más que cualquier cosa, es una infinita espiral de sorpresas y desconciertos. El fútbol hay que vivirlo con la certidumbre de que todo es posible. El despido de Claudio Ranieri es una prueba reina.
La historia de la Premier League estará -afortunadamente- siempre asociada a la temporada 2015-2016. Fue el año en que Sky Sports firmó el contrato del siglo con la Premier, por 7.000 millones de Euros, por tres años de derechos televisivos. Fue la temporada en que se confirmó el desembarco de Guardiola al City, de Mourihno al United. El año en el que equipos de media tabla pudieron firmar y sostener a jugadores como Payet, Salomón Rondón, Sissoko, etc. Cada equipo pudo tapizar el césped de su estadio con billetes de 100 Libras.
Pero el año en el que la Liga Inglesa abrazó la fortuna, uno de los equipos más entrañables de la historia, conquistó el título de Liga. ‘Los Foxes’ de Claudio Ranieri. Todos nos hicimos hinchas de Morgan, de Drinkwater, Mahrez, Vardy y compañía. Quizá, de manera inconsciente, fue el año que más veces pedimos pizza para ver fútbol. El Leicester City le demostró a todos los entrenadores de equipos medianos y modestos, que faltarle el respeto a los grandes es posible. Con pasión y método. Poniendo la palabra equipo en un altar intocable y venerado por cada futbolista de la plantilla.
Nueve meses después, los directivos del Leicester City, afectados por lo abrumador que puede llegar a ser el éxito- sobre todo aquel que no se planea ni se pronostica-, fulminaron a Ranieri. Es razonable intuir que, en un acto delirante, la directiva del Leicester, el equipo de una ciudad de 290.000 personas, pasó a creerse la directiva del Chelsea.
Sin fichajes superlativos, la salida de Kanté -el eje del equipo-, el descenso alarmante en el nivel de Mahrez y Vardy, Ranieri tuvo que sobrellevar una temporada difícil. Pero una temporada en la cual todavía les pende, brillante, la estrella encima del escudo. Pasarán décadas para que veamos una epopeya parecida.
Nos queda la siguiente lección: hay que trabajar muy duro, esforzarse todos los días, madrugar, cumplir, ser profesionales, mejorar las habilidades, para mantener nuestro trabajo. Pero con la alerta y el coraje de trabajar siempre con el zumbido del despido detrás de la oreja. En esta vida, ni Dios tiene el puesto asegurado. Eso, o que el fútbol es también una gran putez.
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