Se acuerda del zurdo que iluminó días muy nublados de la historia de Millonarios.
Gabriel fue otro caso más de un zurdito de acento argentino que era mejor que los demás. Entonces, como siempre en estos casos, apareció un club europeo. Antes de cumplir 20 años, apenas le había cambiado la voz, el Bastia francés tocó las puertas del Club Atlético Colegiales y se lo llevó en la maleta.
En los dos años que estuvo en Francia jugó 15 partidos, dejó un par de recuerdos felices, 8 goles y más nada. Empacó maletas y volvió a cruzar el charco, esta vez para jugar en Chile.
En el Santiago Morning se le hizo de noche al Gabi. Fue otro año condenado a los banquillos; esta vez sin un solo grito de gol. El viaje a los orígenes siguió su curso: otra vez a Colegiales. De vuelta en el club que le enseñó a patear, volvió a jugar miércoles-domingo-miércoles y a encontrarse con el gol. Otra vez fue el zurdo especial que enamoró a los ojeadores foráneos… Y empezó su montaña rusa por el mundo.
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De nuevo en Chile, en el Deportivo Magallanes, duró un año y dijo adiós. Luego pasó, también por un año, a Estudiantes de Buenos Aires, y otro en el Deportivo Flandria, y otro más, ya en Ecuador, en el Deportivo Saquisili y el Olmedo, al que llevó por primera vez a la Libertadores… hasta desembocar, en el 2005, con 28 años y como imperativo de Dragan Miranovic (su DT en el Olmedo) en Millonarios Fútbol Club.
Vestido de azul, desde que llegó, se hizo el faro. Deportiva y personalmente fue la mejor etapa de su carrera. En años austeros, críticos, de nevera vacía para el club, su pierna izquierda fue pan y circo para el hincha. Fue un romance verdadero, de los que se originan en la adversidad y se mantienen en la penumbra. Nadie olvida ese clásico de 2005, con Millonarios sumido en una crisis total, sin pagar sueldos y plagado de juveniles debutantes en el que Fernández silenció al estadio rojo con un tiro libre, tan suyo, allá arriba, imposible, en la escuadra.
24 goles en 60 partidos le bastaron al Gabi para colorear ese tramo gris, la del “arroz con huevo”, en la historia del club.
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Millonarios no pudo ser recíproco con su número 10 y después de incumplimientos salariales y rollos con sus derechos deportivos, el gaucho terminó en el Real Cartagena. De ahí fue al Junior –a la sombra de Omar Pérez–, luego al Emelec, al anónimo TUS Koblenz de Alemania, al América y al Deportivo Cali. Su carrera a lo Globetrotter la terminó en el humilde Bragado de Argentina.
Su historia fue una historia extraña. Ejemplo típico del jugador en smoking que se dedicó a llevar su fútbol gourmet a clubes de overol y barrio. La historia de una pierna izquierda que, jugando poco o jugando mucho, siempre le compró elogios en las plateas. Un relato de talento en pasta.
Hace unos años fundó el club de formación F.C. El Campín –sí, en homenaje al templo de la 57– en Bragrado, Argentina. También es manager de jugadores. Recordarlo es preguntarse: ¿qué hincha azul no quisiera su pierna izquierda para la final de mañana?
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