No tenía el glamour de los ‘Galácticos’, pero nos enamoró a todos con su simpatía. Nunca es un mal día para recordar la historia del bueno de Thomas Gravesen.
A los 17 años, cuando vio lejano su sueño de niño de ser bombero, Thomas se la jugó por su otra pasión: el fútbol. Debutó con 19 años en el Vejle BK de su natal Dinamarca y rápidamente el Hamburgo se lo llevó a la Bundesliga. En Alemania comenzó su leyenda. Aunque a los que lo vieron jugar les parezca increíble, Gravesen fue reconocido como el mejor jugador extranjero de la liga en tres temporadas consecutivas –las tres que jugó–.
Después vino Inglaterra. En el 2000 fichó por el Everton y Goodinson Park fue testigo de sus mejores noches. ‘Tommy’ estuvo cinco años en la Premier, una liga diseñada a su medida: juego brusco y vertical. Su actitud y sus entradas le valieron muy rápido una fama de tipo duro, de mediocampista rocoso y entrador. Pero él era más que eso, en media década hizo ocho goles con los ‘Toffees’. Gravesen, dígase lo que se diga, sí fue volante box-to-box, de ida y vuelta.
Tommy era bueno, pero a nadie se le hubiera ocurrido jamás verlo en alguno de los grandes equipos europeos. Y menos en el Madrid de los ‘Galácticos’. Sin embargo en enero de 2005 se dio la tormenta perfecta y Tommy se enfundó la camiseta del Real Madrid. Llegó como uno más de los mil y un reemplazos para Makélélé –ninguno dio la talla–.
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Gravesen no pasó desapercibido en ninguna parte y en España, claro, también dejó huella. Aunque nunca pudo acallar la voz de quienes –con razón– decían que no estaba hecho para jugar en el Madrid, Thomas se ganó el cariño del Bernabéu. Su aspecto y su simpatía le hicieron merecedor de todos los flashes. El diario Marca lo bautizó como el ‘Ogro de los ‘Galácticos’ por su increíble parecido con Shrek y en la televisión española se divertían mostrando como se desempeñaba en la cancha, o en el banquillo (como James), siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
Su momento más brillante llegó en un partido contra el Sevilla. Así como Raúl patentó su gol de vaselina o Zidane, su mágica ruleta, Thomas Gravesen se sacó del sombrero un regate inverosímil: la ‘Gravesinha’. Algo casi tan increíble como su llegada al Bernabéu.
Así nació la ‘Gravesinha’:
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El final del sueño llegó pronto. Después de un año iluminando con su magia los estadios españoles, en un entrenamiento de pretemporada, el bueno de ‘Tommy’ se peleó con Robinho y esa fue la excusa perfecta para deshacerse de él. Salió por donde llegó, por la puerta de atrás. Eso sí, se llevó el corazón del madridismo con su entrega y sus temibles persecuciones a los rivales.
Lo último que se supo de él fue que se retiró en 2009 tras un año en el Celtic y un breve regreso al Everton. Ahora vive como un rey en Las Vegas. El talento que le faltó en el campo sí lo tuvo para manejar el dinero que ganó y ahora amasa una fortuna millonaria que disfruta junto a su novia en los casinos de la ‘Ciudad del Pecado’.
La NASA lo estuvo buscando para resolver el inexplicable misterio de la ‘Gravesinha’: querían saber cómo hacerla sin romperse el ligamento cruzado de la rodilla y destrozarse los meniscos.
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