Martín Odegaard es el jugador más joven de la historia en debutar en el Madrid. Hizo eso y se desapareció. ¿Dónde diablos está?
Al principio todo fue muy austero. En su natal Drammen, una ciudad que no supera los 65 000 habitantes, a los 6 años Martín comenzó a jugar fútbol. Su talento y la obsesión de su padre lo hicieron mejor que los demás. “Calculo que Martín ha entrenado más de 20 horas a la semana desde que tiene 7 años”, dijo alguna vez el papá.
Cuando cumplió 11 años el rumor de su genio voló a oídos del Strømsgodset, el equipo profesional de su ciudad. Martin llegó e hizo lo que mejor sabía hacer: ser mejor que los demás. Para que no se aburriera lo pusieron a jugar con niños dos años mayores y cuando cumplió 13 su talento ya era insaciable. ¿La solución? Subirlo a entrenar con el primer equipo.
Con 13 años jugó amistosos con los grandes y dos años después, en abril del 2014, y con 15 años recién cumplidos, Odegaard debutó oficialmente en la liga noruega. Dos meses después firmó su primer contrato profesional. Al final de la temporada ya era la figura del equipo, había jugado 23 partidos y había hecho 5 goles y 7 asistencias. La precocidad ya comenzaba a tomar un tinte peligroso.
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Ese verano de 2014, mientras los niños normales disfrutaban de vacaciones normales, Martin se fue de Eurotrip con su papá: Manchester United, Manchester City, Arsenal, Liverpool, Bayern, todos los grandes lo tuvieron a pruebas en sus instalaciones. Pero ninguno de ellos tuvo cómo competir con la billetera de Florentino Pérez.
Martin Odegaard, un niño de 15 años, pasó al Real Madrid por casi cuatro paquetes de euros y más escandaloso que su precio era el salario: un número cercano a los tres millones de euros netos por temporada. Muchos jugadores consolidados no ganan ni la mitad.
Negociar con esas condiciones era jodido. Al final el trato fue que el jugador iba a jugar con el Real Madrid Castilla, pero que podía entrenar con el primer equipo cuando él quisiera. El resultado fue un fiasco. El niño se creyó superestrella, Florentino se lo hizo creer. Odegaard quería entrenar siempre con el primer equipo y ser titular siempre en el Castilla. ¿Qué más se le podía pedir a un adolescente millonario?
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Al final, ni lo uno ni lo otro. Arriba Ancelotti no le dio confianza y abajo nunca logró integrarse con el grupo. Su sueldo astronómico generó malestar entre sus compañeros y Zidane, que para entonces era el técnico del equipo B, no quiso poner a un jugador que nunca entrenaba con el equipo. Su talento, incuestionable, no pasó de un par de pases interesantes y algunas gambetas decorativas. Crónica de un papelón anunciado…
Hasta finales de 2016 estuvo en el Madrid. Eso dicen, pues en la cancha casi ni lo vimos. Con el Castilla apareció poco: 62 partidos, 5 goles y 8 asistencias. Muy poco para un niñato que cobraba más que estrellas mundiales consolidadas. De su participación en el primer equipo no hay mucho que decir. Jugó la última media hora de un partido intrascendente en el que el Madrid le ganó 7-3 al Getafe. Eso sí, entró por CR7 y se convirtió en el jugador más joven en debutar de blanco en liga… cualquier cosa.
En enero de 2017 empacó la maleta. En el Heerenveen de Holanda aceptaron su cesión. Sus primeros seis meses fueron difíciles, pues su historia genera recelo y desconfianza. Pero de a pocos lo está logrando. En la temporada 17/18 es el tercer jugador de la liga que más duelos individuales gana y el jugador del Heerenveen que más ocasiones de gol genera. Son logros por debajo de sus expectativas, claro, pero algo es algo.
En seis meses volverá a Valdebebas. De su experiencia mundana en Holanda llegará más curtido, sabiendo lo que es el fútbol profesional de verdad. Tiene 19 años y mucho camino por recorrer, pero, quién sabe, tal vez en medio de esta crisis aguda que vive el Madrid, Martin por fin encuentre su lugar.
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Foto: as.com