La derrota contra el Tolima terminó por desatar la aversión contenida contra Lillo. Al parecer, ni siendo campeón, el grueso de los hinchas de Nacional van a arropar al español en el seno de sus afectos. No hay comunión entre entrenador e hinchada. La asistencia al estadio ha caído muchísimo. El hincha promedio acostumbró su paladar a la fina dieta del éxito inmediato. Categórico. Sin matices ni disculpas. Siendo campeón de todo menos del mundo, en Nacional nadie permite un respiro y hay alergia por las nuevas ideas. Los títulos se han hecho el único fin.
En nuestra opinión se equivocan. La gente de Nacional debe acompañar al club para llevarlo a un estadio superior.
Con el presupuesto que tiene, Nacional puede despedir a Lillo y traer a un entrenador capacitado. ¿Suárez? ¿Russo? ¿Costas? Piense en el apellido que prefiera. Podrá también, como en los últimos años, seducir con jugosos contratos a los mejores jugadores de la Liga. ¿Quintero? ¿Jhon Duque? ¿Montoya el del Tolima? Lo normal sería que de los próximos cinco semestres sea campeón en tres. Y así. Vendrán Ligas, Copas Águila y Supercopas. Poco a poco, el hincha se irá acomodando a una espiral ‘exitosa’. Repetida. Cíclica y segura. El que venga tendrá que ganar. Ganar siempre y a toda costa. Y al que se desvíe un poco se le advertirá: ‘¿recuerda por qué se fue Lillo?’.
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Pasa que así no se persigue la verdadera grandeza. La directiva no trajo a Lillo ‘solo’ para ganar. Se trata de un esfuerzo por dar un paso más y dotar al club de un fútbol más elevado. Apreciado y reconocible. Se trata de agradar para ganar. Para despertar admiración y envidia. Como dice Bielsa: “no me quieras porque gané, necesito que me quieras para ganar“. El problema es que eso toma tiempo. El pensamiento de Lillo y su cuerpo técnico necesita de un clima especial para desarrollarse. Para convencer a los jugadores y cambiar varios de sus hábitos en la cancha y en los entrenamientos. De cierto modo, se trata de ‘resetear’ a jugadores profesionales. Multicampeones. Eso es muy difícil.
El mejor ejemplo está en Inglaterra con el Manchester City. El equipo de Guardiola, después de una temporada decepcionante, lleva 18 victorias seguidas, firmando el mejor inicio en la historia de la Premier, rompiendo récords de victorias, goles y pases en campo contrario. Sus hinchas nunca se sintieron tan orgullosos de su equipo. El City está cuestionando la bandera de la Premier: la competitividad. El ‘cualquier equipo pierde con cualquiera‘. Lo que une a Nacional y al Manchester City, a Guardiola y Lillo, discípulo y maestro, es que las ideas y el pensamiento de su fútbol necesitan de una etapa de aprendizaje. Los jugadores y el club deben estar dispuestos a someterse a una revolución conceptual. Era imposible que el City jugara como lo está haciendo en la temporada pasada. En el fútbol nada es gratis. Todo cuesta: en este caso, un año de ‘fracaso’ para Pep.
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El fútbol del juego de posesión tiene metodologías, ideas y mensajes muy distintos a los corrientes. Para Macnelly, Dayro, Aldo Leao y compañía, las ideas de Lillo son una novedad. Si la directiva tiene el valor de sostenerlo así lo elimine el Tolima, Nacional puede en unos años dar un salto cualitativo de verdad. Con Lillo con tiempo para trabajar, dos o tres años, haciendo de su pensamiento un manual transversal a toda la estructura del club, permeando las categorías juveniles y aprovechando su presupuesto imperial y su infraestructura, Atlético Nacional se puede convertir en una referencia continental. En un modelo replicable y admirado.
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De eso se trata el siguiente paso. “El llevar las cosas a otro nivel”. Sus hinchas deben aspirar a la verdadera grandeza. El Celtic escocés lleva décadas ganando la mitad de las ligas de ese país, ni el Real Madrid tiene tantas. ¿Ha sido el Celtic en sus más de 100 años una referencia? ¿Un culto por su juego? El éxito por el éxito aburguesa el espíritu. Nacional está para liderar una época.
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