Llegó el día de la verdad. A estas alturas del partido no estamos para cuentas chimbas ni laberintos numéricos. La ecuación es fácil y sale sin esfuerzo. A: Tres puntos contra Paraguay nos llevan a Rusia. B: Colombia es mejor equipo que Paraguay. C: El partido se juega en Barranquilla y D: Después de evaluar las anteriores, lo normal sería que el jueves a las 9 de la noche estemos todos celebrando.
Antes hay que jugar, claro. Sabemos que en este lado del mundo el que se agranda pierde y que acá eso de ser el favorito es papel picado. Además, nos enteramos hace unos días que el partido no se jugará en el horario de siempre, en ese sol infernal que adormece las neuronas y encalambra hasta los ojos. El partido de la verdad no se jugará a las 3:30 p.m. Esta vez será a las 6:30 p.m., cuando en Barranquilla ya es posible respirar. Y de repente todos estamos asustados…
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Las reacciones no se han hecho esperar. El Pibe –con su humor genial– dijo que el cambio de hora es un error fatal. “¿Cuántos jugadores se han muerto por jugar a las tres?”, preguntó con veneno. Para él (y para muchos otros) dejar pasar la ventaja competitiva del calor de media tarde es “dar papaya”. Si jugando a esa hora nos clasificamos segundos a Brasil y estamos en puestos de privilegio para ir a Rusia, ¿por qué carajos lo cambiamos ahora en el partido más importante de los últimos cuatro años?
Algo de razón le cabe a las preguntas del genio; el que diga que no se sorprendió con el cambio de horario miente. Sin embargo, en homenaje al 10, hay que hacer una pausa. Porque si bien a Brasil 2014 fuimos cómodamente gracias a los 17 puntos que sacamos en Barranquilla, la historia en el camino hacia Rusia ha sido menos feliz. ¿Se acuerdan del parto que fue el empate a dos con Uruguay gracias al gol agónico de Mina? ¿Se acuerdan del pantanoso empate a cero contra los chilenos? ¿Recuerdan lo que nos dolió la falta de juego? Los argentinos, que nos ganaron, no se derritieron y contra Brasil celebramos el empate. 14 de 24 puntos es nuestra nota jugando a las 3:30 p.m. Un poco más de la mitad. Apenas pasamos raspando.
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Así las cosas, haciendo memoria, ya no suena tan loco que Pékerman y su equipo le hayan dado un vuelco a la fórmula para el partido de la verdad. Es legítimo pensar que para ganarle a un Paraguay que no regalará ni un metro, y que no tiene nada que perder, resulta más inteligente apostarle a las piernas descansadas de James, a la mente lúcida de Cardona y a los gemelos sin calambres de Fabra. Para no sufrir más vale jugar, procurar que la pelota viaje sin guayos derretidos ni aire hirviendo en la garganta que lo impidan. Viajar diez horas desde Europa y tener dos días de descanso para luego jugarse la vida en un horario infrahumano suele afectar el juego. A veces nos olvidamos que la mayoría de nuestros cracks ya son “europeos”.
Hombre por hombre somos más que Paraguay. Y cuando uno es mejor, cuando sabe más con la pelota, antes de derretir al rival la preocupación debe ser doblegarlo en el juego. Hay que facilitarle la vida a los artistas. Con el cambio de horario, ellos son lo más felices. Ahora deben responder.
Termine con: Los 4 peligros de Paraguay.
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El Colombiano