El mejor Superclásico de la historia

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Ha habido muchos Superclásicos. Sin embargo, no ha habido nada como aquella semifinal de la Copa Libertadores en 2004.

 

Han pasado un par de horas desde que Javier Villareal, mediocampista de Boca, selló la clasificación del Xeneize a la final de la Copa en la tanda de penaltis. Héctor Baldassi, árbitro del encuentro, llega a su casa luego de haber impartido justicia en Núñez. Una noche mágica y maldita. A la entrada se encuentra con un hincha azul y oro que proclama el aguante de Boca y, agradecido, aclama el nombre del central.

 

—Tomá —dice el árbitro y le da las tarjetas, la amarilla y la roja que esa misma noche sentenció la expulsión de Tévez—.

 

Sube a su apartamento, abre la puerta y no consigue ignorar la tristeza que brota de un sobre que reposa sobre la mesa del comedor. “Papá” se lee en el dorso. Baldassi examina la carta que lleva adentro. Es su hija, que reconoce esta noche como un triunfo en la carrera de su padre, pero lamenta profundamente la eliminación del Millonario. Ha decidido ir a pasar la noche con una amiga. La luna de hoy no verá a la hija de Baldassi, verá el desconsuelo de una hincha de River. Y mientras tanto, en el andén, hay un bostero que ya no entiende más felicidad.

 

Así es el Superclásico.

 

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La Ida

Hoy la Bombonera solo acepta hinchas de Boca. La Policía dice que es por seguridad, y no hace falta cuestionarla. Equipos a la cancha. El carnaval de siempre. Partido apretado. Minuto 28. Un centro que llueve al área de River y Amelí rechaza al córner. Guillermo lo patea, el ‘Chino’ Garcé contradice de cabeza sus intenciones y Villareal agarra el rebote. Se la da a Guillermo que viene habilitado. El mellizo controla y la deja a dos metros. Mientras toma impulso, levanta la cabeza y tira el centro con rosca a media altura. Schiavi, que derriba a un torpe Amelí en el forcejeo, captura el centro y dispara de cabeza. La red se infla y el estadio estalla. La avalancha de la popular invade el enrejado. El ‘Flaco’ se regocija en la gloria del gol más importante de su carrera.

 

Han pasado dos minutos después del gol y Gallardo, al verse superado por Cascini, le tira una plancha desde atrás. Este se para y lo busca, pero no intuye que lo recibirán con un cabezazo. Se empujan. El central, Claudio Martín, acude a la escaramuza y saca la tarjeta roja. Expulsados los dos. El de Boca enloquece.

 

—¿A mí por qué me vas a echar? —pregunta gritando—.

 

Va con el pecho por delante y las manos atrás. El árbitro igual. Chocan.

 

—¡Salite de acá! —y señala la puerta del vestuario—. ¡Salite!

 

En Boca le piden que se vaya. Ya está, nada se puede hacer. Él, caliente, insiste. Del otro lado, Gallardo le reclama a Martín. No se qué, no tiene nada para reclamar, él pegó y sacó al cinco de Boca. La cancha está caliente. Hay empujones, agarrones, ¿acaso hay rasguños? Es el muñeco en su versión Street Fighter. Abbondanzieri, que va a separar, recibe un arañazo de atrás. El ‘Pato’ lo busca, pero el ‘Muñe’ ya perdió el control. Lo recibe con un piñazo y le agarra la oreja con mucha fuerza.

 

—¿A quién te comiste? —le pregunta Gallardo—.

 

Hay sangre en la cancha. 1-0. Fin del partido.

 

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La Vuelta

Revancha en el Monumental. Los juegos artificiales iluminan el abrazo entre Maxi López y Carlos Tévez antes de comenzar. Cuchillo entre los dientes y a jugar. Un par de opciones claras para River y el primer tiempo que se acaba. A los 22 segundos del segundo, Vargas agarra de atrás a Lucho González. Segunda amarilla y al vestuario. Minuto 5. Lucho recibe de Nasuti a la altura del medio campo. Está ligeramente tirado a la derecha. Decide encarar. Tiene a Clemente mordiéndole la espalda. La defensa de Boca no presiona.  Llega a la puerta del área. Apunta y remata al palo derecho de Abbondanzieri. Imposible de parar. Lucho celebra con la popular y vuelve. River va por la clasificación.

 

Quedan tres minutos de partido… queda mucho fútbol. Cangele por izquierda. Cabalga. Encara. Va hasta al fondo, a la línea final, y tira un pase atrás, al punto penal. Carlitos le da como viene. La pelota rebota en el piso y traza una parábola que pasa por encima de Lux. Carlos se saca la camiseta, se zafa del abrazo y hace la gallinita, ese dulce crimen que todo bostero quiere cometer. Roja para él. Nueve contra nueve. Siete minutos de adición. Tiro libre para River. Cavenaghi centra desde la izquierda. Montenegro que la peina y recibe el joven Nasuti. Solo. De primera al palo derecho del arquero. Gol. Una vez más, la cancha estalla. Astrada sale del banco y prende un cigarrillo. Se termina el partido. Entonces, serán penales.

 

Salas, Schiavi, Montenegro, Battaglia, Cavenaghi, Ledesma, Lucho, Burdisso. Maxi López, tapa Abbondanzieri. Villareal al centro. Gol y clasificación. Es todo silencio en la cancha. Esta noche en Buenos Aires algunos evitarán el sueño aferrándose al idilio que trae el festejo y otros lucharán contra el insomnio, obsesionados con el deseo de que se acabe la catástrofe. Una, la hija de un árbitro, desconsolada, querrá dormir lejos de su padre.

 

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Foto:

Goal.com


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