El regreso de la vieja guardia a los banquillos del FPC supone un panorama interesante. Verlos enfrentarse será un deleite. Aun así este escenario abre una pregunta inevitable: ¿y las nuevas generaciones de entrenadores dónde están?
Mientras los equipos hacen su pretemporada y los directivos terminan de confeccionar las plantillas para el próximo semestre, podemos abrazar una linda certidumbre: nunca hemos visto a tantos entrenadores de semejante prestigio y éxito enfrentarse en un mismo torneo.
Después de tantos años vuelve el gran ‘Pacho’ Maturana (el Menotti colombiano). También regresa Juan José Pelaez después de casi una década sin dirigir. Estará otro mundialista, Luis Fernando Suárez. Todos ellos además de los de siempre: el ‘Cheché’ Hernández, Bernal, Comesaña, el ‘Pecoso’ Castro… Técnicos con la mochilla de la experiencia bien cargada. Y no podemos pasar por alto a los extranjeros. Lillo, Russo y Gregorio Pérez completan una nómina estelar.
Ahora bien, la mitad de los entrenadores que estarán el próximo semestre tienen más de 60 años. El promedio de edad entre los veinte que dirigirán en la A es de 52 años. Por más conocimientos y elementos enriquecedores que la vieja guardia pueda aportar, el escenario es preocupante.
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Con el respeto que ellos y sus trayectorias merecen, es innegable que al margen de algún acercamiento, viaje o curso puntual que hayan hecho, la mayoría de estos entrenadores están muy alejados de las metolologías y discusiones más frescas del fútbol europeo, de las tendencias y las formas de trabajar de los mejores equipos. La formación de nuestros entrenadores en la mayoría de los casos ha sido esencialmente empírica. ¿Eso es necesariamente malo? Por supuesto que no. Pero es fundamental que vayan surgiendo generaciones de entrenadores cuya formación sea más integral.
El fútbol en los últimos 20 años ha cambiado mucho, a un ritmo brutal. En Europa todos los equipos de élite entrenan a una sola jornada con una duración de máximo dos horas. Todos los equipos han incorporado herramientas tecnológicas para agrupar y cuantificar de manera muy completa el rendimiento futbolístico y físico de los jugadores. Existe un consenso, casi absoluto, en que todo el entrenamiento, sea físico, táctico o técnico, debe girar alrededor del balón. Lo preocupante es que muchos de esos principios que se han estandarizado en el fútbol de máximo nivel todavía no se han puesto en práctica en la mayoría de los equipos del país.
Algunos dirán que la limitación es económica. Seguramente habrá equipos que no pueden comprar drones, cámaras, chalecos de última tecnología y otro tipo de herramientas. El tema es que hay otros que sí pueden hacerlo y no lo hacen. Se necesita un entrenador que convenza a unos directivos de la necesidad de hacer ese tipo de inversiones.
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Por el lado del juego, para dar solo un ejemplo, preocupa la dificultad del fútbol colombiano para producir laterales que sean verdaderos especialistas de la posición. España es hoy en día la gran fabrica mundial de laterales. ¿Por qué no financiar entrenadores jóvenes colombianos que vayan a España a copiar métodos y trabajos para potenciar laterales?
Este es solo un ejemplo de muchas cosas que se pueden hacer pensando en el crecimiento de nuestro fútbol. Sin embargo, la realidad es que las directivas confían muy poco en la nueva savia y han confiado sus proyectos deportivos en las manos de entrenadores con mucha experiencia. No se trata de irse al extremo y denostar a los nombres de peso. Las dos cosas pueden coexistir. Pero a parte de Cárdenas en el Cali, no vemos en el horizonte nombres que puedan sacudir, modernizar y refrescar el medio.
Jardim en Francia, Mourinho en Portugal, Nagelsmann en Alemania, entre muchos otros, son ejemplos de entrenadores metódicos, de inclinación académica, que lograron abrirse un espacio desde abajo. No fueron jugadores, pero muy jóvenes la élite les dio una oportunidad. En los tres casos su aporte al medio ha sido notable. En el mundo hay miles de jóvenes con la capacidad y la fuerza para hacerlo. Se necesitan directivos visionarios y valientes que poco a poco rompan las ataduras culturales del pasado. Necesitamos sangre nueva. ¿Para cuándo el Mourihno colombiano?
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Foto: habladeportes.co