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Nunca olvidaré una rueda de prensa de Marcelo Bielsa en una de sus últimas semanas como entrenador del Athletic de Bilbao. Al calor de sus respuestas, Marcelo se fue alterando y subiéndole al tono hasta que soltó una idea que desde entonces no abandonó: “del éxito y del fracaso se sale vestido. Con este grupo no supe gestionar el éxito, sí supe gestionar el fracaso”. Esos dos años del DT argentino en San Mamés son una despensa de aprendizajes para cualquiera que ame este deporte.
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Ahora, en el momento más crítico de la era Russo en Millonarios, viene bien enfriar al enfermo con un poco de bielsismo. Es decir, con un poco de sentido común. Si recordamos el semestre en que Millos ganó su última liga, prensa y afición coincidieron en que el gran mérito de Russo fue hacer tanto con tan poco. De una plantilla corta y sin demasiado talento, hizo un equipo muy competitivo, físicamente potente y en ataque rapidísimo y peligroso. La crítica supo valorar la mano de Russo (y su cuerpo técnico) en todas las dimensiones del club.
Un año después, por nombres y talento, esta plantilla es más numerosa y más rica. Y no se puede negar que todo ha ido peor. Paradójicamente, la era Russo supo competir mejor en la escasez. Como le pasó a Bielsa en ese maravilloso Bilbao que llegó a dos finales en un año, Russo no supo gestionar el éxito. Y es que el éxito, que es la excepción en este deporte histérico, suele tener implicaciones complejas en una plantilla; y más en un club que en los últimos 30 años apenas ganó dos ligas. No olvidemos que más difícil que llegar al éxito, es mantenerse en él.
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Y Miguel Ángel, luego de aquel maravilloso semestre del 2017 y pese a tener que lidiar con una enfermedad gravísima, quiso mantener su contrato y su puesto; aun consciente de las nuevas exigencias, de la ilusión exacerbada y de la presión histérica que traen los títulos. Lo hizo con plena consciencia de estar poniendo en juego su prestigio y el amor cosechado, pues como hombre de fútbol sabía —y sabe— que la memoria del hincha suele ser resbalosa y efímera. La opción de irse, escudado en su recuperación, como ídolo inmortal, debió tentarlo a él y a su familia.
Pero prefirió el reto. La adrenalina. Defender lo que consiguió con sudor, quimioterapias y sangre. Por eso merece más que nadie el respaldo del club y de la gente. Merece, sí, gestionar el fracaso. Se lo ganó. Millonarios no puede permitirse la mancha histórica de despedir a un técnico tan especial.
Además, desde el punto de vista deportivo, nadie mejor que él que conoce los problemas y las limitaciones de esta plantilla. Un nuevo DT llegaría a buscar y a aprender. Este grupo se ha construido a imagen y semejanza de Russo. Dejémoslo gestionar su fracaso: van a ver que, como Bielsa, saldrá vestido de él.
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