Cuando Dayro y Lillo fueron los dueños del balón

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Hubo una época en la que estos dos estuvieron cerca de conquistar el mundo. Acá la revivimos.

 

Desde que Hernán Torres lo sacó campeón en 2012, Millonarios ha sido un torbellino de entrenadores. Ocho han sido los mártires que han pasado por ese banquillo. Dentro de todos esos ires y venires, entre uruguayos, argentinos y criollos, apareció un español; un tal Juan Manuel Lillo que llegó sin ni un solo título en su carrera como entrenador, pero con la fama de ser el mentor de Pep Guardiola y el gran filósofo del juego de posición.

 

El hombre llegó simpático y con gran sentido del humor a pesar de que incluso antes de aterrizar, acá ya lo estábamos cagando a críticas. Cuando entró al vestuario revisó a sus pupilos y mientras pensaba en quiénes serían sus refuerzos “estelares”, por allá en el fondo del camerino, vio a un genio incomprendido. Con este señor no iba a haber preocupaciones arriba. El departamento goleador ya estaba cubierto.

 

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Dayro Moreno estaba ahí hace seis meses. Había llegado a Millonarios disminuido; las fiestas, el alcohol y las barranquilleras habían reducido al que hace no mucho había sido figura del Once Caldas. En Bogotá volvió a nacer. En tan solo un semestre hizo 16 goles y volvió a ser goleador del torneo. El buen momento de Dayro y las ideas frescas de Lillo eran motivos para ilusionarse.

 

Con un versero en el banquillo y un adicto al gol en la cancha nada podía salir mal. En el primer partido del semestre contra Envigado, Dayro hizo los dos goles de la victoria y dio una pequeña prueba del banquete que nos esperaba…

 

A lo largo del semstre ‘Juanma’ armó y desarmó el equipo cuantas veces quiso, tocó todos los nombres de la plantilla, todos excepto uno. Dayro, sin importar la formación, el rival o la estrategia siempre hizo las veces de centro delantero. Al final del todos contra todos, Millonarios terminó segundo en la tabla y Dayro había hecho 12 goles.

 

El equipo de Lillo jugaba excepcionalmente bien, trataba bien a la pelota, elaboraba pacientemente; y arriba el goleador recogía los frutos. Imposible olvidar el baile que le dio a Nacional (3-1) o la joya de gol que le hizo a Patriotas en la noche del hattrick.

 

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En cuartos de final Millonarios eliminó a La Equidad con gol de Dayro, para variar. La cosa pintaba bien. El versero ya no era tan versero. Millos soñaba con el título y se ilusionaba con la idea de un proyecto estable. Pero el fútbol no sabe de merecimientos. Dayro no pudo romper el 0-0 en Barranquilla y el Junior fue a Bogotá a colgarse de los tres palos. Los lanzamientos desde el punto penal fulminarion el magnífico semestre del equipo.

 

Dayro Moreno se despidió esa misma noche. Sus goles habían sido cambios por los dólares del fútbol mexicano. Lillo se fue algunos meses después, por la puerta de atrás y difamado por un grupo selecto de periodistas ignorantes que lo tildaron de farsante. Hasta ahí llegó el proyecto “estable y duradero” de Millonarios.

 

Hoy, tres años más tarde, estos dos genios se reencontrarán. Esta vez será en Medellín, en Nacional. El uno sigue igual de loco y el otro igual de adicto al gol. El cóctel es explosivo. ¡Nos la vamos a pasar en grande!

 

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