Equipos eternos: El Boca de los colombianos

1496

Compartir artículo:

El equipo eterno de esta semana es el primer Boca de los colombianos, de Carlos Bianchi y del mejor Román. Disfrute. 

 

Todavía hay nostálgicos empeñados en recordar aquellas épocas en las que aquí se jugaba mejor fútbol que en Europa.  Nostálgicos que todavía lloran por ese Boca de comienzos de siglo: el último club de este lado del Atlántico que conquistó el fútbol. En los últimos diez años, solo un equipo sudamericano, el Corinthians en 2012, logró ser campeón del Mundial de Clubes (pero nadie se creyó el cuento de que ese equipo brasilero fuera el mejor club del mundo, ¿o si?)

 

Muchos lo recordarán como el equipo de Córdoba, el ‘Patrón’ y ‘Chicho’. Y sí, definitivamente es un equipo que los colombianos acogimos como propio. Como al Mónaco de Falcao. Así no fuera nuestro equipo, era el equipo de los nuestros. La Libertadores del 2000, que se definió por penales en una tarde en la que Córdoba paró lo que le dio la gana, terminó de sellar el vínculo; ya no era solo el club de moda de los tres colombianos.

 

Ahora también queríamos ver a Palermo, a Román, al ‘Chelo’ Delgado y a ‘Pepe’ Basualdo. Dejó de ser un asunto de orgullo nacional y pasó a ser una cuestión de amor por la pelota.

 

Lea también: Radiografía del Boca puntero

 

La Copa Intercontinental la jugó contra el Real Madrid. El mejor club del siglo XX, con sus galácticos extravagantes, fue su pareja de baile en el primer gran partido del siglo XXI. Fue un baile atípico que para los de este lado del mundo empezó a las tres y media de la mañana, con sobredosis de café, pegados a Fox Sports. Dale Booo, dale Booo, dale Boca dale Booo, dale boo, dale booo.

 

Disfrute del baile del Señor Fútbol. 

 

Córdoba en el arco, para defenderse de Figo, Raúl y compañía. Protegido por una línea de cuatro formada por el ‘Patrón’ Bermúdez, Matellán, Traverso y el ‘Negro’ Ibarra. Adelantico se ubicaba el ‘Chicho’ Serna, inconfundible, macizo, calvo, era el perro de caza en la mitad.

 

A Serna lo acompañaban Basualdo y Battaglia en la primera línea. El primero tenía 35 años, el segundo apenas 20. Basualdo estaba en el ocaso de su carrera cuando fue rescatado por Bianchi, que le encomendó ser el organizador del equipo, el técnico dentro del campo; el ‘Seba’ Battaglia, en cambio, era un joven surgido de las inferiores que para el 2000 había jugado un puñado de partidos con el primer equipo. Las diferencias entre ambos no impidieron que se entendieran a la perfección; Serna, Basualdo y Battaglia eran un candado.

 

Y encima de ellos, flotando, Juan Román Riquelme. El genio, el fenómeno, el socio de todos. En Tokio, Román puso a bailar tango al rígido de Makelele con sus firuletes magistrales. Arranco, me freno, me giro, la piso por aquí, ahora por allá…Ooooleee. Fue único.

 

Le puede interesar: Crea: el Superclásico volvió

 

Arriba la ecuación era fácil. Palermo y Delgado, encargados de una sola cosa: hacer goles.

 

Todo pasó muy rápido. Boca salió a hacer lo suyo y el Real Madrid no pudo impedirlo. A los seis minutos, cuando la mayoría nos estábamos desperezando o sirviendo el primer café, Matellán recogió un balón suelto sobre la banda izquierda, a la altura del mediocampo. Puso un pase largo pegado a la línea que dejó a todos petrificados; a todos, excepto al “Chelo” y sus 173 centímetros de velocidad pura. El ‘Chelito’ corrió con la vida y asaltó el área por el costado y, entonces, cuando se perfilaba para mandar el centro, cuando la cámara solo enfocaba al delantero petiso preparado para dejar servida la pelota sobre el punto penal, sucedió algo fantástico…“¡Gol de Palermo, Gol de Palermo, Gol, Gol, Gol de Palermo!”… El comentarista, como un ilusionista, como un oráculo, empezó a cantar el gol de Palermo desde antes de que el número 9 fuera asistido.

 

Efectivamente fue gol del gran Martín. 1-0.  Al final Boca ganó y humilló al Real Madrid en Japón. Pero no fue por eso que puso su nombre en la eternidad. Antes del baile de Román, y de los goles de Palermo, incluso antes de que el ‘Patrón’ levantara la Copa, mucho antes de todo esto, ya habíamos asistido al nacimiento de un equipo eterno. Este Boca se hizo eterno en el momento en el que nos enamoró a los colombianos y supo estar por encima de los orgullos nacionales que había de por medio. El Boca de Bianchi fue nuestro equipo.

 

No se vaya sin leer: Los ingredientes del Superclásico

 

 


Lo más leído