Se pude discutir la rigurosidad, la severidad y la manera en la que la FIFA sancionó a Messi por “pronunciar palabras injuriosas” contra uno de los árbitros asistentes en el partido contra Chile. Pero se puede decir también que en todos los partidos pasan inadvertidas cosas mucho peores. Y, quizás, de haber sido otro el protagonista, algún Mercado o un Biglia, nada habría llegado tan lejos. Quizás. Pero esta vez fue Messi, el mejor jugador del mundo, y también el más mediático.
Entonces, la FIFA no tuvo de otra que aprovechar la situación para dar una lección ejemplarizante, para intentar mostrarse al mundo como una entidad seria y ética, cuyo interés no es otro que el de proteger el juego limpio y respetuoso. Con las cuatro fechas de suspensión a la ‘Pulga’, la FIFA quiso demostrar que es transparente, que dejó atrás su época oscura, de corrupción e intereses ocultos.
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Porque más allá de cualquier cosa, hoy, dejar a Argentina sin Messi es poner en riesgo la asistencia del mismo Messi al Mundial. Las estadísticas no mienten: sin Leo, Bauza va sudar sangre para clasificar. Y si a alguien no le conviene que la Argentina de Messi no esté a Rusia es a la FIFA. A su cuenta bancaria. Injusta o no, la sanción a Messi va en contra de sus intereses lucrativos.
Messi pagó el precio de ser Messi, de eso y de haber insultado a un juez de línea, claro. Ojalá la de la FIFA sea una cara verdadera y no otra de sus tantas máscaras.
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